Es justificado el rechazo que sienten los venezolanos por las negociaciones entre el gobierno y la MUD. El tiempo ha develado las verdaderas intenciones de ambos factores. Para el gobierno, seguir alargando su tiempo en el poder; y para la MUD, entrar en una conveniente cohabitación con el régimen. En ambos casos nada se traduce en un alivio, ni siquiera temporal, ante el alto grado de sufrimiento y padecimiento de millones de venezolanos bajo esta tiranía.

Los operadores políticos han tratado de presentar estas negociaciones como la única salida para resolver la profunda crisis política y social que vive el país. El régimen con más crímenes políticos en toda la historia republicana dice con cinismo que esas negociaciones son para alcanzar la paz. La MUD, por su parte, ratifica que el objetivo es lograr mejores condiciones para ir a unas elecciones con garantías, apostándole todo el éxito de su empeño a la palabra de un gobierno de malandros.

Lo que han logrado esas negociaciones entre gobierno y MUD es desalentar la lucha de calle contra la dictadura para trasladarla al oscuro tablero de una mesa servida a la medida del régimen. En rondas sucesivas de engaño, el régimen insiste en que quiere negociar, la MUD le hace el juego, pero todo sigue igual. Mientras tanto, el tiempo precioso e irreparable sigue pasando, otorgando ventajas que podrían ser cruciales para beneficiar al régimen en los próximos meses.

Mientras la MUD canceló todas las otras formas de lucha, el régimen ha aprovechado cada segundo que ha logrado arrebatar para seguir consolidando su constituyente y llevar adelante una purga que le permita liquidar cualquier intento de resistencia en su propio seno. El gobierno, además, ha usado en su propio beneficio la debilidad electoral de la MUD. Al saber desde ya que la MUD tiene la decisión tomada de ir a las elecciones presidenciales de 2018 independientemente de los resultados de las negociaciones, el gobierno tiene muy poco incentivo para hacer concesiones reales.

Así que cualquier migaja que el régimen le conceda a la MUD tendrá que ser presentada como un logro glorioso de la “lucha democrática”, cuando en realidad esconde una estafa contra la esperanza de millones de venezolanos. Estas migajas vendrán en la forma de concesiones que no cambian la naturaleza represiva del régimen ni mejoran las condiciones para su salida.

La MUD –que ejerce la política como un negocio– no está en condiciones de liderar la verdadera oposición. La oposición electorera de la MUD es transaccional y tiene un afán utilitario que la lleva a negociar incluso derechos universales e irrenunciables como el derecho a la vida y el derecho a la libertad.

Así como pedir la renuncia de Nicolás Maduro no tiene más que un inocuo efecto simbólico, pedirle a la MUD que se haga a un lado y deje sus negocios con el régimen no es más una petición que será rotundamente ignorada. No se le puede pedir a la MUD que renuncie a su esencia colaboracionista y negociadora que le ha rendido beneficios burocráticos; es preciso hacerla a un lado junto al régimen, como su socio mayor.

Cada día se hace mucho más claro que para salir del régimen hay que salir primero de la MUD y de su visión tóxica y oportunista de la política como negocio o como reparto de un botín.  


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