La organización política como remedio

Estamos atrapados en nuestra propia y descoordinada rabia. No tenemos más opción que volver a organizarnos, incluso atiborrados de ascos personales como estamos. Si aspiramos a la libertad, el remedio es la organización política. Si no dejamos las sensibilidades, las soberbias y los resentimientos, nunca saldremos del estercolero chavista.

Léase bien: nunca.

Los piratas del Caribe

Nuestro origen antropológico, ya lo he escrito, es la piratería y el canibalismo (aunque resulte un asco personal reconocerlo). Así como los mexicanos son mayas, toltecas o aztecas mezclados con colonizadores; los peruanos, incas con catequistas; los británicos y franceses, celtas con romanos; nosotros, los venezolanos, somos los hijos barbáricos e iracundos de caribes (caníbales) con piratas (saqueadores), corsarios (delincuentes con patente de corso), filibusteros (arrebatadores de costa) y bucaneros (perseguidores de cerdos y luego de hombres).

Ese descubrimiento es mi humilde –y polémico– aporte a la antropología del venezolano. Somos, pese al asco, los hijos históricos de un caníbal nativo con un saqueador europeo.

Esa es la arqueología psicológica del chavismo.

El delirio ilustrado

En el período colonial, a diferencia de otras experiencias mestizas latinoamericanas, el español se mezcló, con cierto asco personal, con el nativo venezolano, por eso siempre prefirió domesticarlo a golpes antes que abrazarlo y educarlo.

El venezolano, como ocurrió con la llegada de los piratas y bajo el yugo caníbal de los caribes, permaneció sumiso, tolerante, se adaptó a la opresión. Timorato y acomodado, no hizo mucho por cambiar su patética realidad, se acopló y se sometió a ella.

Esto fue así hasta que apareció el delirio ilustrado de los radicales de la época: la juventud independentista.

ADN de pirata y caribe

Miranda y Bolívar, con ADN psicológico de piratas (delirantes conquistadores universales) y de caribes (indómitos salvajes), pusieron a un lado su asco personal y se rebelaron juntos contra la tiranía usurpadora y la vencieron después de años de guerra. Organización y coordinación fueron clave para el éxito; claro, sumadas al coraje y al altísimo sentido moral y espiritual que dieron a la lucha.

La suerte para Las Américas derivó de que tanto el Precursor como el Libertador habían sido formados por las civilizadoras ideas de la Ilustración europea, es decir, por la división de poderes, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y el enciclopedismo, y no prevalecieron en ellos las fuerzas entrañables y telúricas de su canibalismo ni su piratería.

En ellos prevaleció un sueño civilizador de libertad.

La compleja batalla diaria del venezolano

Lo más destacado en un artista es su intuición, esa sensibilidad particularísima que llaman sexto sentido y que le permite observar cosas que el común denominador de los hombres no ve. Rómulo Gallegos ha sido el más intuitivo y sensible de todos los artistas venezolanos; dedicó su vida y obra a descifrar la más compleja batalla que libra cada venezolano –con asco personal– diariamente consigo mismo: la del saqueador contra el civilizador.

Todos somos combatientes en esa guerra personal: con el advenimiento del chavismo, el caníbal saqueador predominó al idealista civilizador.

¿Nos damos por vencidos o luchamos contra lo peor de nosotros mismos?

La chavista de nuestra literatura

Doña Bárbara es la venezolana violada por el pirata que se mimetiza en su verdugo y se convierte en una voraz, corrupta y criminal usurpadora de su tierra (es la chavista de nuestra literatura). Santos Luzardo es el venezolano ilustrado y civilizador que lucha por un sueño de justicia, igualdad y libertad. Sí, lucha contra el despotismo, no se cruza de brazos ni llama a un diálogo internacional que lo reivindique: lucha. Se organiza, se libera de ascos personales, coordina con otros y pelea por la libertad.

Entiende que si quiere civilización y no barbarie deberá luchar –sin ascos personales– para conquistarla.

Posdata como paréntesis final

Esta entrega se puede leer una y otra vez de principio a fin de manera repetida y cíclica hasta que entendamos que lo peor del venezolano (el canibalismo chavista) rige el poder; que tenemos que organizarnos y coordinarnos –sin ascos personales– para liberarnos de él, pero sobre todo, que es preciso que luchemos unidos para conquistar la libertad y reinventar el desahuciado sueño civilizador de Venezuela. Nadie tiene la última verdad. Luchemos…


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