Venezuela jugó un papel significativo en el Tratado Torrijos-Carter, el cual permitió el traslado de la administración del canal a manos panameñas. Carlos Andrés Pérez junto con Alfonso López Michelsen, Daniel Oduber y José López Portillo, presidentes de Colombia, Costa Rica y México, respectivamente, integraron un grupo de apoyo para respaldar el tratado. Desde el gobierno de Estados Unidos, Jimmy Carter, a la sazón presidente, tuvo la voluntad política de culminar el tratado, lo que constituyó un logro para Panamá.

La participación de Venezuela debe ser recordada por los panameños en momentos como el presente, signados por la xenofobia contra los venezolanos que emigran al istmo acosados por la precaria situación causada por el gobierno populista-militarista-revolucionario. Venezuela ha sido un país con larga historia de solidaridad con los extranjeros que por razones políticas o económicas han tenido que dejar sus lugares de origen. Y esto tiene que ser reconocido.

El asunto contra los venezolanos se pone en evidencia con las declaraciones recientes del presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, quien afirmó en una sucesión de tuits del 23 de agosto que su país es respetuoso de los derechos humanos, al tiempo que condenó el recrudecimiento de la “situación en Venezuela”. También aseveró que él propuso un diálogo entre gobierno y la oposición, con la participación de la Santa Sede, que Nicolás Maduro ignoró. Varela destacó que la crisis venezolana pone en riesgo la seguridad del país centroamericano, su economía y las fuentes de empleo de los panameños. Sobre la base de estas declaraciones decidió, a partir del 1° de octubre de 2017, exigir visa a los venezolanos que deseen viajar a Panamá.

El requisito de la visa será exigido, según el presidente panameño, “hasta que se recupere el orden democrático, se restaure la Constitución y se respeten los derechos humanos en Venezuela”. Se trata, sin duda, de una peculiar manera de razonar. Si el presidente Varela afirma que el gobierno venezolano viola los derechos humanos de sus ciudadanos, no se comprende por qué se limita la entrada a los venezolanos a un país respetuoso de los mismos y se les condena a permanecer en el lugar donde son vulnerados y violentados. Se trata de un sofisma o falso razonamiento. Algo digno de ser analizado en un curso de argumentación.

Pese a los malabarismos argumentativos que despliega el presidente panameño, la conclusión a la que arriba es una vulgar discriminación contra los venezolanos. Panamá es conocido por tener una legislación permisiva en materia de inversiones financieras. Hay libertad de tránsito de fondos, pero ahora no hay libertad de tránsito para las personas, si son venezolanos. Estamos en presencia de una novísima modalidad de xenofobia.

Si el presidente de Panamá quisiera proteger la seguridad de sus habitantes, en lugar de restringir el ingreso de venezolanos, lo que debe hacer es investigar el origen de los fondos invertidos en su país para determinar si provienen o no de actividades lícitas, y evitar situaciones como las descritas en el libro de Frederik Obermaier y Bastian Obermayer, Panamá papers. El club mundial de los evasores de impuestos. De esa manera se podrá determinar si el requisito de las visas corresponde o no a razones de seguridad; o es, más bien, una conducta de discriminación contra seres humanos en razón de su nacionalidad. (Conductas aisladas de algún maleducado arrogante o prepotente no puede justificar una política discriminatoria contra todos los venezolanos).

Por fortuna, otros países han tendido su mano solidaria a Venezuela. Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, España, Estados Unidos, Francia y Perú, entre otros, han apoyado a los venezolanos. El caso colombiano es especialmente notable en vista de que es nuestro vecino. Su solidaridad queda escrita con tinta indeleble en el registro de la historia. Permite contrastarla con la falta de solidaridad y ausencia de memoria del país que contó incondicionalmente con Venezuela para materializar el Tratado Torrijos-Carter. Como decía Andrés Eloy Blanco en sus “Coplas del amor viajero”: “Si no te hice ningún bien,/ ¿por qué tu mano me hiere?”.


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