“No puedes razonar con un tigre cuando tienes tu cabeza dentro de su boca” es una de las frases que usa Winston Churchill para apoyar su tesis de no negociar un arreglo de paz con Hitler a comienzos de la Segunda Guerra Mundial. Dicha afirmación del estadista se puede apreciar, en toda su fuerza, gracias a las habilidades histriónicas del gran actor Gary Oldman en la película Las horas más oscuras, que narra la vida de Churchill cuando a este le tocó ser el líder de los británicos en su lucha contra la sanguinaria dictadura nazi.

Ante la amenaza del totalitarismo nazi, los políticos británicos superaron sus diferencias, se pusieron de acuerdo y, con sentido de sus responsabilidades históricas, se afincaron en la idea de la unidad. De esta manera, encontraron un líder para conducir al país y hacer frente a lo que ocurría. En mayo de 1940, al momento de iniciar su gestión, Churchill afirmó:“Sentí como si estuviera caminando con el destino y como si toda mi vida pasada no hubiera sido más que una preparación para este momento y para este desafío”.

Winston Churchill no se cansó de señalar lo que significaba el nazismo y, a través de sus discursos y programas de radio, acicateó la idea de no negociar con la dictadura. De esta manera, el hombre que había acumulado victorias y derrotas políticas y bélicas recibió del destino la oportunidad de dirigir la lucha heroica por la libertad. El estadista aprendió de sus fracasos para aprender de ellos y puso el compromiso por su país, su valentía, inteligencia, compromiso y visión de largo alcance al servicio de la libertad del Reino Unido y de Europa. Lo que vino luego fue el triunfo más importante de la libertad en el siglo XX: la derrota del nazismo.

Todo lo anterior queda evidenciado en Las horas más oscuras. Las dificultades que tuvo que vencer Churchill dentro del propio Parlamento británico, así como las intrigas y rivalidades, fueron vencidas. Poco a poco fue imponiendo su garra de líder hasta que llegó al control de la situación. El respaldo del rey, de los políticos y del pueblo le dio la fuerza necesaria para vencer la tiranía y la amenaza de muerte y destrucción. En otras palabras: en la lucha contra las dictaduras es fundamental la unidad.

Esto nos enseña que para enfrentar a los regímenes totalitarios y las tiranías es necesario actuar como un bloque en la búsqueda del objetivo común, que no es otro que la libertad. Además de la unidad, la experiencia vivida por los británicos demuestra que ante una amenaza, como la que representaba la cruel tiranía de Hitler, no había otro camino que los políticos pusieran de lado sus diferencias y miraran el tamaño de la amenaza para escoger por consenso al líder que pudiera conducir con éxito la lucha que se avecinaba. Gracias a este acierto, quienes se defendían de los sanguinarios ataques del totalitarismo, pudieron acumular las energías necesarias para superar la amenaza que los acechaba. Para esto el liderazgo de Churchill fue vital.

El consenso en la selección del líder no es tarea difícil si cada cual se desprende de sus aspiraciones y logra controlar el ego. La lección para los venezolanos es sencilla: sin un liderazgo consolidado y sin unidad será muy difícil derrotar el proyecto hegemónico que amenaza al país. No hay espacio para los errores: solo con unidad y bajo un liderazgo claro se podrá lograr la reconstrucción de Venezuela.

El llamado de la asamblea nacional constituyente a elecciones presidenciales durante el primer cuatrimestre de este año es un nuevo obstáculo que se interpone para resolver la crisis política del país. Es materialmente imposible organizar -de manera confiable- un proceso electoral en tres meses. Con el mismo sistema no hay garantía de un proceso transparente que garantice los resultados. Se trata de una nueva estratagema para que el régimen siga “ganando” elecciones con el mismo Consejo Nacional Electoral que no ofrece confianza a la población. Por eso, Venezuela necesita de unidad y de un liderazgo sin fisuras que pueda permitirnos superar lo que se avecina: las horas más oscuras.


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