Es bastante inusual encontrar aproximaciones al problema de cómo garantizar la libertad individual frente a las amenazas que derivan del ejercicio del poder en el Estado moderno, en sus diferentes variantes, desde enfoques diferentes al de la ciencia política, la filosofía, la economía y el derecho.

Estos enfoques, en general, dan cuenta de los hechos, circunstancias y eventos que ocurren fuera de los individuos, en el mundo externo a ellos, en la sociedad, en el Estado, la economía, digamos, en ámbitos propios de la intersubjetividad, pero salvo en el caso de la ética, por ejemplo, casi nunca se interesan o proceden a examinar el mundo interior de los individuos, entre otras cosas por no constituir este parte de su objeto de estudio, o no de una forma sustancial.

Situación llamativa la anterior, puesto que si de conocer, practicar, promover y garantizar la libertad individual se trata, el estudio, conocimiento adecuado y comprensión del individuo, tanto de su mundo exterior como de su mundo interior, subjetivo, es indudablemente esencial, por lo que el ideario liberal estaría necesitado de ampliar sus enfoques y fuentes, para sumar, por ejemplo, las aportaciones que en este sentido disciplinas como la Antropología y la Psicología, pueden realizar.

Dentro de esta última destaca especialmente la obra y aportes de Carl Gustav Jung, fundador de la psicología analítica y propulsor de la más contemporánea psicología arquetipal, desarrolladas ambas por sus discípulos directos y ulteriores especialistas en sus investigaciones y reflexiones sobre la psique humana.

Valga aquí señalar de pasada que con Jung sucede lo mismo que con otros pensadores, intelectuales y figuras públicas que, como Orwell, Camus, Hart, Ortega y Havel, tal vez no se vieron a sí mismos como liberales, pero ello no obsta para reconocerlos como baluartes de la defensa de la libertad del ser humano frente a toda forma de opresión y explotación, más allá de la proveniente del Estado.

En la vasta obra del psiquiatra y pensador suizo es factible encontrar reflexiones, discusiones, puntos de vista y explicaciones sobre casi todo asunto relevante para la comprensión y autocomprensión de la vida humana, de sus patologías psíquicas y de los estímulos que hacen de la condición humana lo que de ella percibimos.

Su rescate y revalorización de los mitos, de los símbolos y lo que llamó arquetipos es tan valiente como oportuno, en una época en la cual el cienticifismo, el constructivismo y el racionalismo ideológico habían privado casi por completo al individuo de la libertad de aceptar, conocer y disfrutar de aspectos de sí condenados sin más por aquellas tendencias, que pretenden negar la importancia de lo no racional, lo emotivo, lo inconsciente y lo onírico, incluso, en la vida humana.

En medio de la traumática ruptura con Freud y el psicoanálisis, y de acusaciones de misticismo, superchería e irracionalismo, esto es, de traición a su condición de hombre de ciencia, Jung, a partir de sus propias experiencias analíticas, fue configurando un nuevo paradigma de comprensión de lo humano, con categorías propias, y del todo justificadas, como son la de el yo, la sombra, el ánima y el ánimus, el sí mismo, el inconsciente individual y el inconsciente colectivo, y la de arquetipos, entre otros, con base en los cuales, a través de argumentos y premisas no convencionales u ortodoxas –las empleadas justamente por las disciplinas desde las que se defiende el liberalismo y su legado–, se articula una visión del individuo, sus capacidades, limitaciones y vulnerabilidades que no tiene parangón en otra obra de las humanidades o las ciencias sociales.

Crítico de toda forma de determinismo, como el que puede subyacer al psicoanálisis, y de formas de control social a través de ideologías, propagandas o teologías tendientes a impedir el proceso de «individuación», Jung ofrece perspectivas alineadas con la defensa de la libertad individual que no solo muestran una absoluta vigencia, sino que demandan atención en contextos patológicos, aberrantes, como los que viven sociedades en desintegración o sometidas a regímenes autoritarios, como la Venezuela chavista.

Las investigaciones jungianas, las pioneras y las posteriores –entre nosotros es de rigor leer los trabajos de Rafael López Pedraza y Axel Capriles, así como los publicados en la Revista de Psicología Arquetipal–, son fuente directa de comprensión de los complejos procesos internos de la psique humana, de sus trastornos y frágiles equilibrios, sin cuyo dominio, o al menos conocimiento, aun en ausencia de coacción externa arbitraria, es casi imposible sostener que una persona pueda ser efectivamente un individuo libre.

Cómo los símbolos y mitos son esenciales en nuestras vidas, seamos o no creyentes de un culto religioso, cómo los arquetipos explican muchas de nuestras preferencias, obsesiones, complejos e incapacidades, cómo un desequilibrio al interior del sí mismo entre el yo, la sombra, el ánima y el ánimus, puede llevar a la ruina ética, moral o política, son algunas de las acertadas y persuasivas reflexiones que desarrolla Jung en algunas de sus más conocidas obras, como Aion y Civilización en transición.

Será en esta última obra en donde Jung sostendrá: “No debe subestimarse la eficacia psicológica de la concepción estadística del mundo: suplanta lo individual en favor de unidades anónimas que se acumulan en agrupaciones de masas. Con ello pasan a ocupar el lugar de los seres singulares concretos nombres de organizaciones y, en el punto culminante, la idea abstracta del Estado como principio de realidad política. Es inevitable que la responsabilidad moral del individuo se sustituya así por la razón de Estado” (p. 240).

Mientras que, previamente, en Aion nos había advertido sobre las consecuencias de la ignorancia o menosprecio del impacto de la sombra sobre nuestra conducta, en especial cuando tenemos la oportunidad de ejercer el poder sobre la vida de otros: “Con un poco de autocrítica, la sombra pues, es susceptible de hacerse transparente sin dificultad mayor, en la medida en que es de naturaleza personal. Pero, cuando aparece como arquetipo, da lugar a las mismas dificultades que el ánimus y el ánima; dicho de otro modo, está dentro de las posibilidades que uno reconozca el mal relativo de su propia naturaleza; en cambio, constituye una experiencia tan rara como conmocionante el verse cara a cara con el mal absoluto» (p. 24).

La lectura tanto introductoria como especializada en la obra jungiana se antoja fundamental en nuestra época, en especial ante la expansión del populismo y el autoritarismo colectivista en diferentes regiones del mundo. Comprender cómo mejorar la relación de las personas con los mitos y arquetipos de su inconsciente colectivo, así como su comprensión acerca de lo que una expansión del yo en quienes detentan el poder, son claves no solo para la adopción y sostenimiento de instituciones inclusivas, sino para valorar mejor y preservar la libertad, en formas en que otras disciplinas, distintas a la psicología analítica y la psicología arquetipal, no están en posibilidad de contribuir.


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