Las espuelas de la ira

No sé por dónde comenzar. Estoy paralizado. Sé que debo escribir, pero la ira clava sus espuelas en mi espíritu, que maldice al chavismo.

Intento concebir una idea que razone este calvario, pero no la hallo, es absurdo intentarlo. Estoy mudo. Tú también lo estás, lo sé. Ya no es indignación, es aborrecimiento.

¿Lo sientes?

La revolución consolidada

Cuando Trotski escribió La revolución traicionada para increpar a Stalin por la amenaza burocrática que se había creado en la Unión Soviética, no advertía, ingenuamente, que la revolución marxista no era traicionada por el estalinismo, sino consolidada.

El marxismo no desvía sus principios, no los traiciona, cuando afianza su perversidad y maldad, todo lo contrario, a través de sus ejecuciones, torturas y maltratos se consolida. La crueldad y la carnicería humana son las llagas más fehacientes que muestran los signos de esa peste.

En Venezuela, el chavismo ya ha consolidado su revolucionaria monstruosidad.

Como el nazismo o el estalinismo, el chavismo

Una revolución no cambia ningún estado de las cosas sociales o políticas en un país, nunca lo ha hecho, no cambia tampoco sus instituciones ni sus fuerzas creadoras y productivas, solo las pervierte y enferma. Lo único que cambia la revolución –para pervertirlo, enfermarlo y anularlo– es el espíritu humano.

La consolidación de una revolución se da cuando la barbarie es perturbadoramente manifiesta, como con el chavismo. En nuestro país, ahora sí, podemos señalar que hay una “revolución socialista”, como en la Alemania nazi o en la Rusia estalinista, la ruindad es irrefutable. Es la ruindad enterrada en su espíritu.

¿Quién lo duda?

La diosa despiadada y maldita

Las aterradoras imágenes del diputado Julio Requesens siendo envenenado y malogrado, sumadas al vil asesinato de Oscar Pérez, la carnicería inhumana contra nuestros valerosos jóvenes y todas las oscuridades medievales que hemos padecido en los últimos meses solo confirman una eventualidad: la diosa despiadada y maldita que llaman fingidamente “revolución” llegó a Venezuela y los chavistas le rinden culto ultrajando, torturando y asesinando despiadadamente a nuestros mejores espíritus.

La incontrovertible realidad es que la revolución nos está vejando sin contemplación, se ha consolidado.

La tortura publicada

Lo que le han hecho a nuestro admirado Juan Requesens no es nuevo, activistas de derechos humanos y las propias víctimas lo han venido denunciando durante años. Pocos lo habían visto. Es la primera vez que lo observamos de manera tan descarnada y pública.

No son decenas ni centenas, sino miles de venezolanos los que en el chavismo han sufrido tratos crueles e inhumanos semejantes al de Juan.

Ahora Venezuela entera y el mundo ha recibido esta cachetada vil de realidad.

No hay excusas

Con dolor y vergüenza venezolanas, preveo que este severo coñazo de infamia nos permitirá ser más conscientes y más sensibles sobre las inenarrables torturas que padecen nuestros admirables presos políticos. Son muchas, muy variadas e incluso a veces más depravadas las formas de tortura que ha aplicado el chavismo a la disidencia (han incurrido en la sodomización).

 Entiendo que mucha gente se haya ofuscado por la publicación de las imágenes que muestran la desalmada vejación que ha sufrido nuestro admirado Juan Requesens, es comprensible, pero los que hemos convivido durante años con esa vergonzosa y cruel realidad ya no nos ofuscamos, no, todo lo contrario, se aviva en nosotros, se afianza, de manera radical y entrañable, la necesidad de luchar férreamente contra el chavismo y liberarnos de él. Esto no puede seguir ocurriendo, debe cesar, ¡ya basta!, tenemos que derrocar a la tiranía. No hay excusas.

La rebelión nacional total es la única vía de redención.

Posdata concientizadora a los ofuscados

Hace dos mil años un espíritu noble y valeroso retó a la tiranía de su tiempo con integridad moral y grandeza espiritual; por hacerlo fue vejado públicamente, maltratado, clavadas sus manos y pies de manera cruel en una cruz de madera e infamantemente investido con una corona de espinas. Muchos de los ofuscados de hoy por la publicación de las torturas que ha padecido Juan Requesens paradójicamente adornan (¿enaltecen?) su pecho con aquella imagen como memoria y símbolo de una redención. Ojalá la terrible imagen de Juan blasfemado no sea un simple adorno en nuestro espíritu, sino una memoria y símbolo de lucha indestructible para liberar a Venezuela de la maldita tiranía de nuestro tiempo: el chavismo. Lo que Requesens nos pide no es ofuscación, sino fortaleza, convicción y vehemencia para luchar hasta la libertad.


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