Siempre que escribo sobre Israel o sobre Palestina, termino aclarando cosas.

La semana pasada dije que Jesús nació en Palestina. Sé que Jesucristo nació en Belén de Judea y 135 años después, luego de que el Imperio Romano aplastó una rebelión independentista de los judíos, colocó a esta tierra el nombre de Palestina para disociar al pueblo hebreo de las regiones conocidas como Judea y el Reino de Israel.

Belén, sitio geográfico donde nació Jesús, queda hoy en territorio palestino que a su vez, y aquí comienza el enredo difícil de explicar, queda dentro de Israel.

Un ejemplo: usted, al salir de Petare está en Venezuela, pero al llegar a La Carlota se encuentra en territorio colombiano. Sin embargo, al pasar por Sabana Grande nuevamente está en territorio venezolano. Territorios ambos con gobiernos, leyes y banderas diferentes. Así ocurre en Israel. Usted de pronto está en Palestina y si está en Palestina, de pronto está en Israel.

El agua que fabrica Israel también es para los palestinos. La luz que utilizan los palestinos se genera en Israel. Los hospitales israelíes también atienden a palestinos. Mi admiración para los habitantes de buen corazón de esa tierra santa, a quienes no les queda más remedio que convivir.

Junto a Laureano Márquez, por razones de trabajo, hice un viaje a la ciudad de Israel. Quedamos deslumbrados por lo maravilloso de ese territorio, antiguamente árido y desierto, convertido hoy en un vergel paradisíaco.

Es impresionante la belleza y el progreso de ese país. Allí, judíos y árabes, conviven. ¿Sabían que en el Parlamento de Israel hay representantes árabes?

Estando allá nos invitaron a un restaurante en Palestina. Un grupo de soldados israelíes, armados y uniformados, entró. Laureano y yo, aprehensivos, nos miramos. Los soldados saludaron al dueño del restaurante quien, amablemente, les sirvió una suculenta comida. Pagaron y con animada cordialidad se despidieron… Ojalá siempre fuera así. Difícil de entender para extranjeros que creen que esta gente solo se odia. Esto se lo conté en Caracas a un diplomático palestino quien, disgustado, dijo que esos soldados mataban a sus hermanos. No escuchó argumentos ni aceptó lo bonito e increíble de presenciar la convivencia aunque fuera en un restaurante.

Yo visité al Niño Jesús en la iglesia de la Natividad en Belén, Palestina. Para llegar a Belén, en Palestina, obligatoriamente tuve que estar en Israel.

Por algo Dios decidió que su hijo naciera en Israel.


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