Apenas han transcurrido siete días desde que se constató lo que muchos inferíamos: la consumación del más gigantesco fraude electoral que haya padecido Venezuela, y el régimen se apresta a aplicar el puntillazo de rigor con la defenestración de los cinco gobernadores concedidos como premio de consolación, ante su negativa, justificada a pesar de recurrentes dudas, a juramentarse ante ese bodrio denominado asamblea nacional constituyente. El gobierno, simplemente aplicará la letal “jurisprudencia” empleada para concebir un nuevo “desacato”. Es el mismo subterfugio que utilizó para castrar impunemente a la legítima Asamblea Nacional.

Por otro lado, la MUD se debate nuevamente ante una crisis existencial (también sin parangón alguno), en la cual el diálogo entre sordos es practicado entre ellos mismos; los beneficiarios de la gratuita concesión emanada del ministerio de elecciones de Maduro y su combo, quienes tuvieron “a bien” otorgarle cinco gobernaciones. El péndulo en el Zulia, Táchira, Mérida y Nueva Esparta, con el agregado llamativo de Anzoátegui, donde la negrura volvió a disolverse sin pena ni gloria, tornó a marcar el desafinado compás en la zarzuela bufa en que se ha convertido el país por obra y gracia de determinados políticos opositores que otra vez han extraviado el “camino a Santiago”.

Igual que en medicina, también en política puede hablarse con propiedad definitoria del ojo clínico. Esta virtud se complementa con la verdadera vocación y disposición intelectual que forma la genuina condición del dirigente político. Del líder a transmutar mediante proceso “decantador” hasta el estrato mayor que puede concedérsele: el de estadista o de cabal hombre de Estado.

La obnubilación que aún perdura en algunos dirigentes opositores ha llegado a calificar la posición vertical, correcta y sin ambages, asumida por Luis Almagro. Uno de ellos la adjetivó como “inconveniente” en la hora actual. Esta visión y postura del amigo de Venezuela es compartida por un amplio sector internacional constituido por presidentes en ejercicio, líderes mundiales y ex presidentes.

Todos tienen claro el concepto del prototipo de régimen que nos acogota.  No es para nada ni democrático y mucho menos republicano. Es un peculiar sistema dictatorial de nuevo cuño que ha hecho redivivo el concepto clásico del fascismo, cuyo principal cultor fue Mussolini. El Duce, como es suficientemente conocido, procedía del socialismo. Como tal supo aprovechar el viejo y definidor lenguaje socialista, agregándole sibilinamente conceptos contradictorios.

El fascismo existe de acuerdo con las manifestaciones que le imprime la propia realidad nacional. Tiene evidentes expresiones variopintas. El fascismo es demagogia anticapitalista, pero en realidad recibe apoyo del capitalismo. Hitler y Mussolini discurrían acerca de “las podridas democracias occidentales”, pero estaban apuntalados por multimillonarios como Krupp y Thyssen, ambos acaudalados producto del acero y de la guerra en Italia y Alemania.

Actualmente se puede sintetizar, tanto en Odebrecht como en los caudales rusos y chinos. De esta manera fue surgiendo la demagogia anticapitalista a granel. Ayer, en el siglo pasado; y hoy, somos asombrados testigos de muchas palabras de izquierda con hechos de derecha. El Duce tenía la ventaja de que había sido socialista, por ello toda esa oratoria marxista le sirvió para engañar, para hacer creer que llevaba a Italia hacia etapas de superación y de progreso. Lo cierto fue que la llevó al fascismo y a la guerra. ¡El fascismo! no ha desaparecido ni se ha convertido en una figura retórica, en modo alguno.

 “Mutatis mutando” en Venezuela se ha venido consolidando un neofascismo peculiar. Este tiene características muy especiales con elementos sobrevenidos. Su principal cultor –sin proponérselo, pero por carambola– lo practicó el muerto. Su cuestionable formación político-académica fue producto de lecturas incompletas, de vetustos folletines estalinistas licuados con nuevas interpretaciones. Al alimón con canciones y versos de cantinas cuarteleras. En este trajín se le olvidó el viejo sueño de “pichear” en las grandes ligas. Sin embargo, es justo reconocerlo, hubo de aprovechar a plenitud sus innegables facultades histriónicas. De este “arroz con mango” surgió la llamada revolución bonita con el agregado ridículo de socialismo del siglo XXI. Su sucesor, por obra y gracia de su “real gana”, es el actual y deslegitimado presidente. Se autoproclama como obrero, cuando la verdad verdadera es que casi nunca ha trabajado, ni manual, ni intelectualmente. Siempre ha sido “un cuadro” formado por los escuálidos reductos insurreccionales de finales del siglo pasado, con pasantías bien remuneradas en La Habana. Su único desempeño como trabajador sui generis fue como chofer en el Metro de Caracas, donde hubo de fungir como secretario general en ese exclusivo sindicato.

En la década de 1930, derrotados la denominada izquierda representada en Trotski y la derecha en Bujarin, el llamado Comitern (órgano oficial del Partido Comunista soviético) califica la socialdemocracia de social-fascista. En Alemania, las fuerzas más importantes de la clase obrera (el Partido Comunista y el Social Demócrata) se enfrentan entre sí. Por esa brecha se metió el nazismo. Con grupos determinados de la clase media; sectores resentidos marginados y desempleados que Hitler logró capitalizar. Por tal razón aquella política fue posible y aquellos resultados fueron producto de una política equivocada.

En 2017 los exiguos restos del otrora comunismo internacional (clásicos como el cubano y nicaragüense, insípidos como el boliviano e híbridos como el ruso y chino) han escogido a Venezuela como “conejillo de indias”. Por ello le otorgan el espaldarazo de rigor. Las camisas negras y pardas del ayer han transmutado en nuestro país en camisas rojas. Este totalitarismo vigente, con ansias de prolongación indefinida, está sustentado en un trípode: es el combo de Maduro y su obsecuente partido. Es el partido de los milicos incrustados de la FANB (base real de sustentación) y el archipiélago formado, no por tontos útiles, sino por vivianes muy aprovechados.

A este infame trípode no se les puede enfrentar mediante políticas de gabinete traducidas en simples eventos electorales similares al del 15 de octubre. Tampoco, mucho menos, con recursos contenciosos administrativos ni de demandas judiciales cuya competencia sean los actuales Tribunal Supremo de Justicia en pleno, CNE, Fiscalía General, Contraloría General y Defensoría del Pueblo; hasta que la constituyentica eructe una nueva. Por eso se hace necesario dialogar, aunque sea con gritos, con militares activos, de manera global, para intercambiar ideas sobre la crisis nacional.

La célebre interpretación emanada de la Sala Constitucional del TSJ lo permite sin correr el riesgo de peligrosas imputaciones subversivas. Este factor de poder es real y no puede ser soslayado. Igualmente, el necesario diálogo patriótico que debe emprender la oposición organizada en nuevos órganos. Que trasciendan, amplíen y superen a la golpeada Mesa de la Unidad. Debe abarcar los amplios sectores que integran la sociedad civil organizada como las esferas empresariales, gremiales y sociales, para actuar proactivamente.

Los compatriotas que adversamos el totalitarismo debemos confrontar a los políticos; tanto del gobierno –por supuesto– como los de la oposición, que conciben la política como ejercicio seguro y productivo. Algo así como un pasatiempo vistoso, atrayente y enaltecedor de egos desbocados. Dispensador de canonjías cuyo horizonte está dibujado para los días de buen sol, cielo sin nubes y tiempo sereno.

Debemos reclamar sin asomo de temor ni de complejos el vil pago del derecho de “alcabala partidista” que nos han impuesto e implementado a la brava por algunos partidos. Es necesario recomponer el tiempo histórico de los últimos episodios políticos, aportando conceptos, correcciones y detalles indispensables mediante la única estrategia que todos conocemos y con las tácticas adecuadas para hacerla factible. Es imprescindible tener fe en medio de la incredulidad reinante para retomar con acciones concretas todos los correctivos necesarios para obtener, sin dobleces ni eufemismos, el objetivo y los modos pertinentes para lograrlo. La razón es sencilla: Es imprescindible erradicar el hambre, la escasez y la inseguridad personal y jurídica. Aspiramos al retorno y al disfrute cabal de las instituciones republicanas y el restablecimiento pleno de las libertades sin ningún tipo de sordinas.

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@CheyeJR

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