I

Para una profesional, cabeza de familia, que vive del quince y último la planificación llega hasta donde alcanza el bolsillo. Para mí siempre fue así, pero ya por esta época estaba organizando cuentas para pagar la inscripción del nuevo año escolar, comprar los útiles y los uniformes.

Mis padres me enseñaron que la mejor inversión que se puede hacer es en la educación de los hijos. Ellos predicaron con el ejemplo y eso fue lo que hice cuando me correspondió. Invertir en un buen colegio era para mí primordial, porque mis padres lo hicieron conmigo, aunque para la época en la que yo estudiaba había excelentes colegios públicos a los que podía acudir.

Ya para cuando le tocó a mi hija, en los primeros años del chavismo, la desatención a la educación pública era evidente. Nadie me lo contó, yo lo vi porque tuve que hacer varios trabajos como periodista. Desde el Plan Bolívar 2000 para adelante lo que se hizo fue cercano a cero. Miento, se hizo bastante, se robó hasta la saciedad, lo que pasa es que la gente tiene memoria corta y la maldad del actual régimen obnubila los recuerdos. Esta robadera es desde el principio.

II

“¿Cómo decido a cuál de mis hijos le pago el colegio privado y a cuál lo inscribo en uno público?”, pregunta una mujer, profesional como yo, que tiene tres muchachos y que en esta época se rebana los sesos buscando una solución. Para mí no existe.

Yo no sería capaz de exponer a ninguno de mi familia al adoctrinamiento que ocurre en las aulas de las escuelas públicas. ¿Quién me dice que exagero? Reconozco que lo exagerado del margariteño se me puede salir de vez en cuando. Pero la afirmación la hago después de leer eso: “El ministro del Poder Popular para la Educación, Elías Jaua, anunció recientemente que millones de libros de la Colección Bicentenario serán distribuidos de manera gratuita a todos los estudiantes de la patria”. Que alguien me contradiga sobre lo que podrá leerse en esos textos.

Que alguien me contradiga cuando afirmo que el dilema de esa pobre mujer es de vida o muerte. La mensualidad del colegio en el que tiene a sus tres hijos es de 180.000 por cada uno. Si ya es un dolor de cabeza cotidiano pensar cómo darles de comer, la educación se convierte es un espantoso lujo.

III

Pero no se preocupen, además de libros de la patria habrá beisbol. El circo está asegurado con los 10 millones de dólares que el vicepresidente anunció para la liga profesional.

Y no dudo que habrá millones de personas que se volverán locas comprando boletos, y que los abonados estarán felices porque no perderán el dinero.

El que me conoce sabe que no entiendo mucho el beisbol, pero disfruto la fiesta. Soy magallanera como mi papá y me encanta bromear con los del Caracas. Pero una amiga mía del equipo de los Leones me dijo en estos días: “Estoy esperando los anuncios de los Grandes Ligas que van a cobrar sus dólares para ir a jugar a Venezuela para reventarlos en Twitter, porque no puede ser que piensen que el país está para eso”.

Esta vez le doy la razón a la caraquista. Ya está bueno de hambre con circo.


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