El Banco Internacional de Pagos publica una estadística trianual sobre transacciones en moneda extranjera. Su más reciente publicación, la de abril de 2016 (la próxima es en abril de 2019), revela que el volumen diario de monedas transadas en porcentaje y sobre la base de 200% (compra y venta) es 87,6% para el dólar norteamericano, 31,3% para el euro, 21,6% para el yen japonés, 12,8% para la libra esterlina, 4,8% para el franco suizo y tan solo 4% para el yuan chino.

Por otra parte, y en los últimos 17 años, el valor del yuan chino ha tenido oscilaciones con una amplitud máxima de tan solo 1,47 yuanes. En efecto, su máximo valor frente al dólar lo alcanzó hacia enero de 2014 con unos 6,05 yuanes por dólar y el mínimo lo alcanzó en octubre de 2007 con un valor de 7,52 yuanes por dólar. Cuando escribo este artículo está a unos 6,62 yuanes por dólar.

En la actualidad hay como mínimo 66 países que utilizan al dólar como moneda de curso legal o tienen su moneda local anclada a una cesta cuyo mayor componente es el dólar norteamericano. Así la moneda de estos países fluctúa con el dólar: cuando el dólar sube, la moneda sube y cuando el dólar baja, la moneda baja. ¿Sabe usted amigo lector que 2 de esos 66 países son la India y China?

Ilustremos el caso de China. A China le interesa abaratar sus exportaciones al mercado de Estados Unidos y América en general. A fin de materializarlo, mantiene su tipo de cambio moderadamente devaluado (bajo) lo cual redunda en la competitividad de sus exportaciones. Si bien todo país desearía hacer esto, solo muy pocos tienen tal habilidad. Sin embargo, China es uno de esos países que la tienen. ¿Y cómo lo hace?

Las empresas chinas, en pago por sus exportaciones, reciben dólares que depositan en sus bancos a cambio de yuanes. Los bancos que recibieron los dólares los envían al Banco Central de China, que los acumula como moneda de reserva, lo cual reduce la cantidad de dólares disponibles y lo cual pone presión sobre el dólar: “touché” para China.

El Banco Central de China no solo acumula los dólares: también los invierte en Letras del Tesoro Americano, mismas que son seguras y proporcionan algún rendimiento. Por supuesto, la demanda de “U. S. Treasurys” fortalece el dólar y disminuye el valor del yuan: touché para China nuevamente.

A aquellos países que tienen una intensa relación comercial con China también les interesa tener su moneda anclada al valor del dólar, ello por una sencilla razón consecuente: quieren que sus exportaciones se mantengan competitivas con relación al mercado chino.

Lo anterior mencionado permite una interesante conclusión: constituye el mejor interés de China mantener el dólar norteamericano fortalecido. Por supuesto, la demanda de una moneda la fortalece y su repudio la debilita y el ejemplo más elocuente lo tenemos en el caso del bolívar venezolano. Haga usted mismo la prueba amigo lector, intente importar algo diciendo que pagará en bolívares…

Las estadísticas mencionadas revelan que el dólar norteamericano es utilizado como la moneda por excelencia en la gran mayoría de contratos internacionales. Los países exportadores de petróleo que integran el denominado Consejo de Cooperación del Golfo anclan sus monedas al dólar en virtud de que el petróleo se transa en dólares. Otra razón que facilita la gerencia del riesgo del tipo de cambio para los que venden petróleo es que los contratos estén nominados en dólares: así quien vende transfiere el riesgo a quien compra y se cerciora de que su cuenta por cobrar no realizará menos de lo inicialmente pactado, en la fecha de colocación de la orden de compra, en moneda local.

A alguien en el gobierno venezolano se le ha ocurrido activar la demanda de yuanes y si hay algo que no le conviene a China es que su yuan comience a ser demandado porque eso lo fortalecería frente al dólar e iría en su detrimento.

De hecho, China pudiera liquidar de una sola vez todas sus posiciones en dólares para derrumbar el valor de la moneda norteamericana pero al hacerlo fortalecería la propia, desbaratando su posición competitiva exportadora, haciéndose daño a sí misma.

En este punto rescato una definición de mi artículo del pasado 6 de enero de 2017 en este mismo diario, titulado “Los estúpidos” con la definición homónima de Carlo M. Cipolla (1922-2000). Para Cipolla hay cuatro tipos de individuos: los incautos (benefician a los demás y se perjudican a sí mismos), los inteligentes (benefician a los demás y se benefician a sí mismos), los bandidos (perjudican a los demás y se benefician a sí mismos) y los estúpidos (perjudican a los demás y se perjudican a sí mismos).

A China no le conviene un yuan sobrevaluado. El gobierno chino no es estúpido.

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