Finalizó octubre y aparentemente las elecciones celebradas el 15 lucen a miles de años luz en la actualidad. Los acontecimientos sobrevenidos, todos inducidos en su mayoría por el gobierno, se encuentran en pleno desarrollo. Ya hemos dicho hasta el cansancio que estas políticas oficiales son producto de una estrategia fríamente urdida. Para hacerla factible, Maduro ha implementado las tácticas adecuadas para su cabal implementación.

Todo comenzó con el “golpe de Estado continuado” iniciado hace más de un lustro. La cooptación a la brava de todos los poderes públicos subordinados al Poder Ejecutivo. Las interpretaciones torticeras del TSJ a través de la Sala Constitucional para adecuar un nuevo modelo de Estado inexistente en la Constitución, complementado con incorporación de la Fuerza Armada Nacional como una secta partidaria coercitiva, quien no solo cogobierna –casi a discreción–, sino que aporta las letales bayonetas para apuntalar el totalitarismo.

A partir del pasado año, producto de las resultas del proceso electoral celebrado en diciembre de 2015, al perder el oficialismo la mayoría calificada –que le permitía a la oposición un amplio dispositivo constitucional para reordenar la república– el totalitarismo hubo de reajustar su estrategia y las tácticas correspondientes. Producto de ello, fue la intervención gansteril de la Sala Electoral del TSJ defenestrando a tres legisladores cuyo único objetivo fue el de quebrar la mayoría calificada. Luego, armónicamente confabulada, vino la declaratoria del “desacato” cometido por la Asamblea Nacional y la castración del Poder Legislativo. Así las cosas, ¡eureka! Maduro y su combo concibió la asamblea nacional constituyente. Con lubricante de última generación con la intención de procurar un sui géneris cuerpo legislativo ilegítimo e ilegal a todas luces. Por ahora, todo le ha salido a la perfección. Ello le permite cacarear la existencia de un régimen que no es republicano ni democrático. ¡Esta es su estrategia! La prolongación, en principio, del régimen hasta enero de 2019. El conjunto de amenazas vertidas la semana pasada (cárcel para dirigentes y activistas opositores e inhabilitación de partidos) no deben tomarse a la ligera y se debe precaver todo lo necesario para que “el catarro no nos pille sin pañuelo”.

AD (existen dudas existenciales), PJ, VP, ABP, CR, BR, entre otros, anunciaron que no participarán en el nuevo sainete electorero propiciado por el gobierno. A su vez, UNT, el partido del ex gobernador de Lara, Copei, con su versión “pagana”, MAS y otros pequeños partidos, coludidos con individualidades de dudosa reputación propicias al oportunismo y al aventurerismo político, han anunciado su irrestricta disposición de acudir “inocentemente” a la nueva celada. De nuevo desempolvan farisaicamente el falso dilema resumido de “no entregar espacios”. Se les olvida –“sin querer queriendo”– la suerte de los alcaldes recientemente defenestrados, exiliados y presos… ¡Qué les importa. ¡El muerto al hoyo y el vivo al bollo! instituyen su infame consigna… Procurando el amancebamiento lúdico de pequeñas parcelas generadoras de canonjías y recursos.

El secretario general de AD, luego de su infeliz declaración inicial; resumida lapidariamente en: “autoexcluidos”, nos ilustra con su peculiar dialéctica. Su partido no acudirá a la cita electorera decembrina; pero –¡habrase visto!– anuncia que está dispuesto a participar como precandidato presidencial en las primarias del año que viene, y, por carambola, en la del venidero diciembre. Afirma que: “Las dictaduras solo pueden ser abatidas mediante elecciones”. Que no ha escuchado –por padecer de sordera complaciente– ninguna propuesta opositora distinta a la electoral para enfrentar a la dictadura. El ex gobernador larense, el ex candidato a gobernador de Bolívar y el jefe de UNT, quien acaba de postularse a gobernador, ya están dispuestos a sacrificarse por la patria y acudirán a las primarias y competir contra Maduro en diciembre del año próximo. Con el mismo CNE, TSJ, FGR, CGR, DP y con los milicos dirigidos actualmente por el general y almirante en jefe; quienes se han subrogado la indebida representación como facción de la Fuerza Armada Nacional. Todos amparados por la constituyentica. Harán, de manera conjunta y agavillada, todo lo inimaginable para perpetuarse en el poder.

Los artículos 333 y 350 de la Constitución Nacional siguen teóricamente vigentes. Para hacerlos valer a todo evento. Para ello es menester la confluencia armónica de un liderazgo político idóneo centralizado y resuelto para elaborar estrategias y tácticas adecuadas y así obtener todo lo planificado mediante el análisis respectivo. Este liderazgo político emergente debe interrelacionarse de manera proactiva con la sociedad civil organizada; y, como reflejo, con la población en general para realizar la presión social en la calle mediante una resistencia cívica, democrática y combativa proyectada a través de todos los medios y modos idóneos conocidos.

Como hasta ahora la solicitud de aclaratoria táctica (¿cómo, cuándo, quién y por qué?) solicitada por el jefe de AD permite respuesta formal adecuada, me permito ratificar lo que he venido planteando desde hace más de un lustro. Esta respuesta –de Perogrullo– es una simple formalidad. El doctor Ramos no es tan torpe como muchos de sus adversarios aseveran; ni tan perspicaz, como sus irrestrictos seguidores lo pregonan. Él –simplemente– hace valer tozudamente su aspiración presidencial que en otras circunstancias serían lícitas. Pero que en la actualidad no solamente luce como inapropiada y oportunista. Se trata de vileza pura y simple; porque hace prevalecer los intereses personalísimos y de parcialidad por sobre los altos intereses nacionales que están en juego. Esta especie de admonición es extensiva a los demás líderes con aspiraciones presidenciales inmediatas, que trascendieron –y ya dejaron de morar in pectore– sustentadas por Capriles, López, Borges, Rosales (recién habilitado convenientemente por el TSJ de manera muy sospecha). Ledezma, Falcón, Machado y Velásquez, entre otros.

Pretender que el año 2018 transcurra de manera anodina mediante el uso de una inexistente y falsa paz republicana gracias a elecciones primarias para escoger al hipotético abanderado presidencial en la aún eventual elección decembrina no solamente es indigno, impolítico e impropio. Las objetivas circunstancias actuales y la inaplicación de la praxis política adecuada así lo corroboran. El factor real representativo de estos partidos, alcanzan a lo sumo, 12% aproximadamente del padrón electoral del mundo opositor, calculado este último, de manera aproximada, alrededor de 80%.

El ungido a encabezar la transición debe ser una persona que esté por encima de las circunstanciales y minoritarias parcelas partidistas. Sustentado con un programa de gobierno cónsono con la crisis nacional. Alejado de propuestas demagógicas. Suscrito por los partidos y la sociedad civil organizada. Garantizador de una plena independencia partidista. Ninguno de los partidos oposicionistas –hay que repetirlo– en la actualidad representan de manera global al mundo opositor. Solamente sería indicativa de una mediana capacidad organizativa… ¡No tan idónea como lo propagan!

Todos están en franca competencia, “abriendo espacios a codazos”. Su única estrategia “a troche y moche” es la de participar en las elecciones primarias del próximo año. Andrés Eloy Blanco decía, en el prólogo de Poda, que algunos canarios se avergüenzan de trinar como sus similares. Muchos compatriotas, incluyendo a la ciudadanía en general, además de los políticos en ejercicio, sabemos que las elecciones no son el único medio idóneo para enfrentar a las dictaduras y al totalitarismo. Es imprescindible desempolvar la escucha activa, y la puesta en juego de valoraciones e identificaciones globales de las partes concurrentes en la toma de decisiones y en el manejo de la disputa existente en el órgano opositor. Que el acuerdo a ser establecido a través de la estrategia sea reflejo de la voluntad y singularidad de la sociedad civil organizada –incluyendo a los partidos políticos– para armonizarla debidamente con todas las tácticas pertinentes.

Por ahora se ha solicitado de manera expresa opinión relacionada al proceso unitario partidista anudado por el factor ideológico. Eludirlo resulta de la aceptación tácita de la preeminencia de disímiles intereses personales y de secta. Ávidos de hacer valer supremacía política individual y sectorial por encima del interés nacional y de los colectivos partidistas. Por tal razón no resulta descabellado plantear los necesarios reacomodos internos abrochados con el necesario y preponderante factor ideológico. Podríamos afirmar entonces, de acuerdo con la sentencia del “compañero” Sigmund Freud, aunque contrariándola un poco: “Contra las pasiones de poco valen unos sublimes discursos”.

AD, UNT, ABP y algunas individualidades realengas –socialdemócratas todos– deberían dar palpable ejemplo unitario, ético y de sinceridad con la intención de procurar unidad interna. De igual manera PJ y VP, podrían emprender un periplo similar, con la aquiescencia –en principio y/o a pesar de los postulados liberales que sostiene– de Vente Venezuela. También el partido de Falcón, la CR, el MAS y otros partidos e individualidades similares, tanto por sus orígenes, así como por interpretaciones particularísimas del socialismo sui géneris que sustentan. Es necesario superar definitivamente la fase del acatamiento ciego a caudillajes sobrevenidos y desvencijados. Sobre todo en un mundo definitivamente globalizado como el actual. Lo políticamente deseable es la conformación de partidos anudados por ideologías: socialdemócrata; socialista; demócratacristiano, liberal y de “derecha” y/o conservador. Estos cinco partidos, en principio, cubrirían –sincerándolo– el amplio espectro político desde el punto de vista teórico.

Afirmar que Pinochet, en Chile, consintió gratuitamente celebrar elecciones producto de sobrevenida “puntada” aledaña a su coxis. O que Mandela, en Suráfrica, triunfó por una concesión gratuita del apartheid. Demuestra no solamente un desconocimiento cómodo de la situación y coyuntura fáctica imperante en ambos eventos; sino un oportunismo demagógico sin parangón. La democracia y el republicanismo obtenidos como culminación de aquellos nefastos procesos históricos distinguidos por la represión y sangre vertida. De aceptar tal premisa haría manifiesta, una vez más, una distorsión histórica inaceptable.

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