Dentro de los gobiernos se están generando serios cuestionamientos con relación a la investigación científica global. Estos van desde la marginación de los talentos locales, las medidas prohibitivas para el ingreso a países de estudiantes y científicos hasta la duda del costo-beneficio mismo que generaría la inmigración científica.

Aún en medio de la actual política de inmigración del gobierno de Trump, una referencia importante para abordar los beneficios de la inmigración científica ha sido la experiencia de Estados Unidos. Basta con saber la historia sobre la contribución económica que han hecho los científicos extranjeros en ese país en los campos de la medicina, la tecnología militar y los emprendimientos innovadores. Según estudios del Instituto para la Investigación de la Inmigración de Estados Unidos, poco más de 28% de los médicos y cirujanos son extranjeros. Los estudios biomédicos y los avances de la investigación en áreas como el cáncer han sido fundamentalmente el resultado del esfuerzo científico de la inmigración. Reportes de la National Foundation for American Policy mencionan que 42% de los principales centros de investigación relacionados con el cáncer están conformados con personas nacidas en el extranjero. En Estados Unidos existe un número muy destacable de científicos con estas características y que tienen actualmente un papel determinante en los estudios relacionados con la quimioterapia, la epigenética y la toxicología.

Los casos de Google, eBay, Facebook y Tesla, entre muchos otros, son también un ejemplo del rol de la inmigración en la capacidad de innovación estadounidense. Los fundadores o los cofundadores de estas empresas –con una valoración de un poco más de 900 millones de dólares– por lo menos uno es inmigrante. Otras cifras importantes pueden verse en los reportes de la National Science Foundation’s y el National Center for Science and Engineering Statistics, según los cuales el número de residentes científicos e ingenieros en Estados Unidos es superior a 29 millones de personas. De ellos, más de 5 millones son inmigrantes. 17% de la obra calificada en ciencia e ingeniería está representada por inmigrantes. Hasta 2013 se conocía que 57% de ellos había nacido en Asia, 16% en Europa, 20% en América (excluyendo a Estados Unidos), 6% en África y cerca de 1% en Oceanía.

Las leyes de inmigración aprobadas desde 1965, iniciada con la Ley de Nacionalidad de Inmigración, influyeron enormemente en el número inmigrantes residentes en Estados Unidos y en el número de Premios Nobel alcanzados por ese país.

Otras realidades sobre la ciencia global comienzan a observarse en países como Singapur. Desde 2004 tanto la Universidad Nacional de Singapur como la Universidad Tecnológica de Nanyang han invertido importantes cantidades de dinero en la contratación de académicos extranjeros, por encima de la tasa del mercado y por encima de los propios salarios de académicos nacionales. A esto se le agrega que el desempeño económico esperado en Singapur como efecto de una política de internacionalización del talento humano ha estado por debajo de lo esperado, sobre todo cuando se comparan los resultados económicos de ese país en los últimos años. La economía de Singapur después de un repunte en 2013 impulsado por la industria manufacturera y sostenido por la reactivación del comercio en Asia, se ralentizó en 2015 (2,2% del PIB). Desde ese año hasta 2017 la economía sufre un descenso importante. Incluso, esto ha ocurrido teniendo el país un valor añadido en el sector industrial y de servicios calculado en 26,2% y 73,8% respectivamente, de acuerdo con el PIB.

Cifras oficiales reportan que 25% de los estudiantes universitarios de Singapur y un poco más de dos tercios de los profesores son nacidos en el extranjero. Reportes indican que tres de las cuatro universidades de investigación de Singapur están dirigidas por extranjeros. Todo esto lo intenta cambiar el gobierno de ese país, tratando de promover una mayor participación de académicos e investigadores nacionales en la gestión universitaria. El gobierno parte del supuesto de que ya el país ha logrado un proceso exitoso de apropiación de conocimiento en las universidades a través de mecanismos de transferencia de tecnología articulados con sectores industriales estratégicos como comercio, servicios empresariales, transporte, comunicaciones y servicios financieros.

Otros cuestionamientos sobre la ciencia global se observan en América Latina. Ecuador, por ejemplo, ha tenido un período destacable en el esfuerzo para la inversión de talento humano en comparación con la mayoría de los países de la región. A diferencia de Singapur, Ecuador no cuenta aún con la capacidad científica, tecnológica e innovativa suficiente como para emprender proyectos de desarrollo económico de gran envergadura en el contexto de la nueva economía. Y aunque este país haya formado en los últimos años una masa crítica importante dentro del sistema de innovación producto de la cooperación internacional de talento humano, el sistema de innovación ecuatoriano no posee todavía las capacidades de dominio de conocimiento que se requieren para avanzar hacia la economía de la innovación. Según reportes obtenidos de estudios científicos y de datos provenientes de la OCDE, Ecuador, al igual que Colombia, Uruguay y Panamá, entre el período 1996-2002 invertía apenas entre 0,40% y 0,50% en I+D respecto al PIB nacional. A partir de 2002 comenzó el país a experimentar una tendencia positiva hacia el 1% de I+D de acuerdo con el PIB. No obstante, las actuales restricciones económicas que se observan como producto de los precios bajos del petróleo afectan significativamente la posibilidad de sostener tales esfuerzos en sectores como la agricultura (banano, plátano, cacao y café), afectando el potencial de valor agregado para aumentar las exportaciones.

Alemania, Japón y Corea del Sur ciertamente lograron desarrollarse económicamente con una menor influencia de la inmigración científica en comparación con el resto de los países del mundo. No obstante, no puede ello ser un referente a la hora de hacer cuestionamientos acerca del valor costo-beneficio de la inmigración científica.

América Latina tiene una connotación fundamental en el contexto de las posibilidades del desarrollo y la adaptación de su sistema de producción a la economía real. Y es que mucho de los países de la región presentan una carencia de capacidades humanas lo suficientemente formada en el contexto de la economía de la innovación. Las características del rezago tecnológico que poseen muchos de estos países, a menos por ahora, no podrán ser afrontadas sin una política más ofensiva y agresiva de transferencia de conocimiento internacional, en donde la política de la ciencia global tendrá un rol fundamental. Con algunas excepciones, no existen condiciones en el Sistema de Innovación Latinoamericano para implementar una política de utilización del conocimiento endógeno en el contexto de la economía de la innovación. No reconocerlo y retroceder en los esfuerzos que ya se han iniciado para la formación de talento humano nacional mediante el aprovechamiento de la inmigración científica, tendrá un costo irreversible. No solo se radicalizará la dependencia científica y tecnológica, sino que, además, sellaría las posibilidades reales de dar el salto al desarrollo.


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