“Menester es el hombre entero” reza un viejo dicho español que resume las dos metas perseguidas por el auténtico humanista: conocer el espíritu y desentrañar los misterios del cuerpo. No sorprende la vinculación estrecha que se constata entre la medicina y el arte. Son numerosos los científicos y en particular los médicos que en distintas épocas y en diversos lugares del planeta, han sumado a sus servicios como profesionales el renombre conquistado en el cultivo de alguna rama de las artes o las ciencias.

La medicina del arte es definida como “una ciencia multidisciplinaria que vela por el bienestar del alma, la mente y el cuerpo del artista” sumándose el placer del médico de apreciar desde una butaca, entre el público, los dedos que de nuevo recorren saltarines y con asombrosa precisión las cuerdas del violín en la ejecución de un difícil pizzicato, o la caligrafía puntiforme trazada por los pies de la bailarina en un gracioso pax de deux, sin huellas visibles para los espectadores de cuánta tensión fue aliviada, de cuánta contracción de espalda y dedos fue aligerada antes de ser abiertas las cortinas.

Tenido nuestro cuerpo como maravillosa creación natural, siempre ha despertado curiosidad la indagación de su estructura y función. Los griegos concebían al corazón como el centro de la vida, y manejaban el criterio filosófico del hombre en relación estrecha con el universo; y en la China de milenios atrás, cada órgano era asociado con un color, una planta y una estación, con un elaborado simbolismo unido a las vísceras y sus funciones.

Y a través del arte el hombre ha venido legando a la posteridad una crónica tangible de sí mismo y de su época, mediante obras cuyo carácter va desde el representativo simbólico del Paleolítico y el Neolítico, hasta el interpretativo con que el genio de Pablo Picasso impregnó gran parte de la creación artística del siglo XX.

El Renacimiento significó, dentro de esta vinculación medicina-arte, el encuentro y conjunción de artistas y anatomistas; se avanzó en la concepción de la anatomía como ciencia y en la preocupación de los pintores y escultores por el conocimiento anatómico, llegándose al trabajo asociado para la creación de textos. Es amplia la gama de formas de tratamiento de la figura humana que quedó como legado de esa época, desde el equilibrio perfecto en belleza y armonía de las proporciones del David esculpido por Donatello alrededor de 1430, pasando por el bellísimo rostro de la Venus de Botticelli, hasta la variedad fantástica de seres humanos y de monstruos que agrupara la increíble imaginación de Gerónimo Bosch en su tríptico El Jardín de las Delicias.

En 1543 Andrés Vesalio, médico flamenco, publicó la primera edición de su obra fundamental De Humani Corporis Fabrica, para la cual solicitó la colaboración de los más notables artistas venecianos, y esta fue ilustrada por Jan Stefan de Calcar, discípulo de Tiziano; libro reconocido como la base de la anatomía moderna, y cuya significación en medicina ha sido comparada a la que tienen en arte, por ejemplo, los frescos de la Capilla Sixtina o la arquitectura de Bramante.

En Venezuela recordaríamos al sabio José María Vargas, ilustre primer rector de nuestra universidad republicana, célebre entre otras virtudes por sus excelentes dibujos de botánica y anatomía humana; y el doctor José Izquierdo, famoso profesor de Anatomía y muy recordado por ser un extraordinario dibujante cuyas clases resultaban deslumbrantes.


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