El viernes la sala estaba sola, casi vacía para ser más exacto. Había unas veinte personas en total. El aumento del precio del boleto desalentó al público. La inflación destruye la cultura audiovisual. Maduro lo hizo posible en socialismo. Él lo planificó y ejecutó. Provocó la depresión de la industria nacional de películas.

Le conviene para censurar contenidos, purgar a un sector opositor de la economía, arrasar y conquistar sobre las cenizas. El dictador culpará a Fedecámaras, a Calma Pueblo, a Trump, a Hollywood, a la invasión extranjera, a Rick y Morty.

En realidad, la debacle es de su estricta autoría. Lleva el sello de la Villa, de Román y compañía, de Jorge Rodríguez, de los ministros del Tirano. Por supuesto, contó con la venia de un gremio tibio y tímido, cuya reacción siempre carece de la contundencia necesaria. Se me antoja un remedo pirata de la peor MUD, aquella de los problemas de comunicación, de las fallas estructurales, de las incongruencias, de las ingenuidades, de las complacencias.

Sí, buena parte de los realizadores nacionales fueron y son colaboracionistas del régimen. Nos tocará develarlo, investigarlo y exponerlo en documentales y afines. Es un reto para las generaciones de relevo, una forma de expurgar y exorcizar un mal interiorizado por las roscas de la autocensura. Callaron mientras los fondos abastecían el reparto de las dádivas. Rodaron intrascendencias. Rompieron con la espiral del silencio cuando les cortaron el chorro de los subsidios. Descubrieron entonces la situación actual y procedieron a glosarla desde su ombligo.

El país pasó de ser una promesa regional a un ejemplo de pésima gestión de los recursos públicos. Podían rodarse hasta 30 largometrajes en un año, durante la bonanza. Busquen los archivos. Anticipamos su trágico desenlace. La profecía se cumplió.

En 2017 apenas entregaron dinero para adelantar dos proyectos. Ambos recibieron migajas. Varios lucharon por los desechos. Semejante humillación debió impedirse y rechazarse. En su lugar, el chavismo consumó una de sus fantasías comunistas: convertir a un grupo de directores en una turba de mendigos, que se pelean por los restos de un tacho de basura. En efecto, el presupuesto del CNAC es un residuo, es la nada. Pues algunos llaman a compartir la distribución de la miseria. Situación realmente lamentable.

Vean las similitudes con la elección por venir. El despotismo chantajea a los partidos. El juego comicial legitimará al fascismo rojo rojito, pintándolo de colores diversos. El simulacro de la democracia. De igual modo, los candidatos van por el reparto de los estados y sus preciados botines de guerra, hoy diezmados. Obligan a los políticos a participar de la conspiración contra la sociedad civil y los derechos exigidos en el plebiscito. Encarcelan a los disidentes. Condenan a los independientes. La amenaza surte efecto, con unas consecuencias devastadoras, aún incuantificables.

Salvando las distancias, sucede lo mismo con una importante fracción parasitaria de la industria nacional de cine. De ahí el vacío acotado en el primer párrafo del artículo.

Los números dibujan un escenario escalofriante. Estancamiento en la taquilla, reducción al mínimo de la producción local (de dos a tres títulos), depauperación del parque de exhibición, atraso en el mercado de distribución, fuga de cerebros, deudas en dólares y exilio de empresas extranjeras del ramo.  

Maduro nos devolvió al siglo XIX. 100 años de retroceso, sin exageración. Queda la esperanza de reconstruir. Por lo pronto, urge recuperar la dignidad y el amor propio. Ejemplos hay de sobra alrededor. Miren a los chamos grabando sus videos con las uñas y subiéndolos en las redes. Observen la serie autogestionada de Carlos Caridad, llamada Selfiementary. Sigan los pasos de La Soledad y otros colegas de la diáspora, capaces de enamorar a financistas internacionales, tal como los exitosos Rolando Cova, Claudia Pinto Emperador, Jonathan Jakubowicz y Claudia Lepage. Hablen con los creadores de Papita, maní y tostón 2 y El Inca. Pregúntenles cómo trabajan a pesar de la crisis. Conversen con Joe Torres, recientemente celebrado por la Academia. Consulten a los ganadores de premios en festivales: Marcel Rasquin, Lorenzo Vigas, Mariana Rondón y Gustavo Rondón. Citen a los coterráneos radicados en México (Hernán Jabes, Jonathan Pellicer y Francisco Toro). Revisen y repliquen la historia de los escombros (el neorrealismo italiano). Consideren y escuchen a los técnicos, a los profesores y a los críticos del área. No todo está perdido.

Dejemos de pensarnos en función del antiguo y pesado sistema. 

El futuro es de nuestros emprendedores.     


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