En otro artículo de hace un cierto tiempo, escribí sobre la responsabilidad de las élites. Hoy retomo el tema y señalo que en un sentido amplio se denomina con el vocablo élite a quienes poseen las mayores cualidades y ostentan un alto rendimiento en sus profesiones comparados con el promedio general del resto del conglomerado social al cual pertenezcan; en un sentido más específico, describe al grupo que Gaetano Mosca llamó clase política. Por su parte, Vilfredo Pareto distingue entre la élite no gobernante y la élite gobernante: con esta última se refería al grupo que efectivamente controla el poder. De allí que otro de los grandes teóricos de la Teoría de las Élites, R. Michels, asimiló élite gobernante a clase dominante u oligarquías.

Sobre la clásica discusión sobre cómo y quién detenta el poder en las sociedades hay dos grandes corrientes, enfrentadas entre sí, que lo han explicado desde distintas posiciones. La conocida teoría marxista, muy reputada en medios culturales y académicos; por su parte, la teoría de las élites ha enfrentado más dificultades en la aceptación como una buena explicación sobre el poder en las sociedades.

Reconocer que la sociedad está dividida en clase dominante y clase dominada, clásica separación marxista, descansa en la convicción de Marx en que la sublevación de la clase proletaria le pondría fin al capitalismo. Para él, llega un momento en el cual las fuerzas productivas se tornan en fuerzas destructivas, surgiendo así la clase que toma conciencia sobre la necesidad de una revolución en contra de lo que él denomina clase dominante.  Esa revolución para Marx, acaba con la separación de las clases, surgiendo así una sociedad comunista donde existe la igualdad absoluta. Nace la utopía comunista.

En contrapartida, las teorías sobre el inevitable surgimiento de las élites, tanto en los partidos políticos como en la sociedad, se tornaron mucho más impopulares; resultaba más atractiva la posibilidad ofrecida por el marxismo.

El rechazo a la teoría de las élites está ligada con la visión que refuta la aceptación de la desigualdad entre las personas. Pareto llegó a afirmar que: “Guste o no guste a ciertos teóricos, es un hecho que la sociedad humana no es homogénea, que los hombres son distintos física, moral e intelectualmente; pretendemos estudiar los fenómenos reales y, por lo tanto, tenemos que tener en cuenta este hecho”. Por este tipo de afirmaciones, los estudiosos de las ciencias sociales han reaccionado de forma virulenta en contra de todas las teorías que se centran en la existencia de particularidades consustanciales o de diferencias de facultades entre las personas, propias de su naturaleza y no de un cambio ocasionado por la vida en sociedad. Esa reacción se ha originado básicamente porque algunas de esas teorías han servido para justificar el racismo. Sin embargo, hay un claro resurgimiento de esta teoría, en tanto la acusación de racista resultó siendo injusta. Vale la pena instruirse con su lectura, para opinar con base.

Hay consenso en aceptar que las élites intelectuales se consideren incluidas entre las llamadas élites estratégicas, ellas están constituidas por las propias instituciones que tradicionalmente los alberga, tal es el caso de las universidades y los organismos culturales; es primordial incluir a los medios de comunicación; no creo que nadie niegue el papel tan significativo que desempeñan éstos en las sociedades. La política, la economía y la cultura, por lo tanto, están representadas de una o de otra forma en los estudios sobre las élites. Surgen, entonces, algunas interrogantes ante el desastre venezolano.

¿Por qué en Venezuela se han dilapidado millones de dólares en políticas populistas que no han disminuido la pobreza, en lugar de invertir en planes educativos y de mejoramiento de los servicios básicos para la población? ¿Por qué se ha destruido el aparato productivo del país, en vez de reinvertir las ganancias petroleras en la producción agrícola y pecuaria de Venezuela?

Enfatizo que en estos años venezolanos país no es legítimo hablar de una élite gobernante, porque más bien es un grupo que detenta el poder sin llegar a calificar como élite. Al no funcionar las instituciones ideadas y fortalecidas en la Modernidad, encontramos uno de los motivos por los cuales nuestro país se encuentra inmerso en una crisis que abarca todos los ámbitos de la vida nacional.

Es insoslayable recordar que en la actual sociedad globalizada, altamente tecnificada y competitiva, uno de los sucesos más significativos es la irrupción y afianzamiento de nuevas élites; estas ejercen un papel preponderante en la dirección de cuestiones nacionales e internacionales. ¿En qué consiste su impacto? Depende exactamente del nivel de formación que han adquirido tras largos años de estudio y especialización en diferentes ramas del saber. Si estos conocimientos son puestos al servicio de una nación para desarrollarla, engrandecerla y conseguir altos niveles de satisfacción y bienestar, se logra el verdadero progreso de un país.

Es fácil inferir que el papel de la educación es decisivo en este proceso social. ¿Qué sucede con los países que no han alcanzado el pórtico de la industrialización y que, además, le es indispensable para tratar de salir del subdesarrollo afrontar el reto de la llamada “sociedad del conocimiento”?

No queda otra vía que formar la clase intelectual, técnica, científica, cultural para poder entrar a participar en el orden globalizado actual. Ello requiere ingentes esfuerzos para construir centros de la llamada inteligentsia que funjan como ejes de nuestras economías latinoamericanas. Sin embargo, ello podría traer consecuencias negativas de no saberse manejar con sabiduría. Se pueden producir mayores abismos y quiebres en la ya lamentable fragmentación social de nuestros pueblos.

Ciertamente en Venezuela la educación ha avanzado mucho en números, si tomamos en cuenta la masificación que se logró desde mediados del pasado siglo XX; sin embargo, esa masificación trajo consigo un fuerte empobrecimiento en la calidad educativa. Incluso, dicha política educativa parte de una premisa absolutamente rebatible: se basa en que si todos los ciudadanos tienen acceso a la educación, esta los proveerá de instrumentos necesarios para que cada uno llegue a convertirse en el profesional que aspire a ser. 

Para finalizar, y recordando el famoso texto de Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, diremos que “el hombre-masa es el hombre cuya vida carece de proyecto y va a la deriva. Por eso no construye nada, aunque sus posibilidades y sus poderes, sean enormes”. El peligro acaece cuando en las clases dirigentes se ubican quienes son incompetentes para exigir algo de sí mismos. Es el pago de la sociedad cuando permite que ese estilo de vida y costumbres se coloque en el terreno de aquello que Ortega considera como el lugar de las minorías selectas: “Se ha apoderado de la dirección social un tipo de hombre a quien no interesan los principios de civilización. […] El hombre-masa actual es, en efecto, un primitivo, que por los bastidores se ha deslizado en el viejo escenario de la civilización”.


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