Entre 1799 y 1839 transcurrieron 40 años que vieron los viajes de al menos 4 famosos exploradores al Nuevo Mundo: el de Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland, entre 1799 y 1804; el de Robert Fitz Roy llevando a bordo a Charles Darwin, en el HMS Beagle, entre 1831 y 1836, y los 2 de Robert Schomburgk, entre 1835 y 1839 y luego entre 1840 y 1844.

Los tres primeros, aparecen reportados en un resumen cronológico que tiene Wikipedia (Cronología de las exploraciones) que se inicia en 2320 a. C. con las campañas militares de Lugalzagesi de Uruk y que finaliza en 1969 con los primeros hombres en la Luna (Neil Armstrong y Buzz Aldrin). Dicho resumen hace un recuento de las principales expediciones científicas comerciales, religiosas o militares que contribuyeron a la expansión del conocimiento geográfico de las distintas civilizaciones. Sin embargo, no menciona las dos expediciones al interior de la Guayana británica encomendadas a Robert Schomburgk primeramente por la Royal Geographical Society (Londres) y luego por el gobierno británico, esta última para darle solución a un problema fronterizo primeramente con Venezuela y luego con Brasil.

Y es que para abril de 1831 José Antonio Páez se juramentaba como presidente de Venezuela (lo era en realidad desde 1826) y la Guayana británica era el nombre de una colonia británica formada por tres colonias (Esequibo, Demerara y Berbice) cedidas a los ingleses por los holandeses en 1814 y consolidadas en una sola colonia en 1831 pero sin definir nunca límites con Venezuela. Dada la experiencia obtenida por Schomburgk en la Guayana durante 1835 y 1839, el gobierno británico le encomendó en 1840 trazar los límites entre la Guayana inglesa y Venezuela, límite conocido como la «línea de Schomburgk».

Casi 100 años después de la segunda encomienda a Schomburgk nace Charles Brewer-Carías.

Explorador, escritor y fotógrafo, considerado el mejor conocedor de la Guayana. Ha dirigido sobre 200 expediciones a la Guayana venezolana, descubrió y exploró las cuevas del cerro Autana en 1971, las simas de Sarisariñama en 1974 y en 2004 una cueva que lleva su nombre en el Chimantá-tepui. Habla la lengua indígena ye’kuana, ha escrito 13 libros sobre sus descubrimientos en geografía, antropología, etnología, botánica y espeleología, y 29 especies de plantas, artrópodos y reptiles han sido nombrados como reconocimiento a su labor. En la actualidad continúa organizando expediciones para estudiar la biodiversidad de la caverna de cuarcita de mayor dimensión en el mundo.

En una entrevista de septiembre de 2015, en El Diario de Sevilla, el entrevistador, Francisco Andrés Gallardo, le pregunta a Charles Brewer-Carías con que figura se identificaría, a lo que responde: «En la revista alemana Geo me convirtieron en el Humboldt del siglo XXI. Él fue inmenso, yo me comparo con sir Robert Schomburgk, un gran especialista en la Amazonia. Fue quien realizó la ruta más extensa por las selvas americanas, en el siglo XIX, al servicio del Reino Unido».

Debido a un encuentro casual que tuve con Charles Brewer-Carías he tenido la honrosa oportunidad de leer un borrador de lo último que está escribiendo: la historia de las bandejas waha, elaboradas por los ye’kuana, con una documentación minuciosa, como por ejemplo aquella en donde hace una pequeña referencia a una cena que los Maiongkong (ye’kuana) le sirvieron a Sir Robert Schomburgk el 11 de febrero de 1839.

Por sobre todas las cosas, Charles Brewer-Carías es un descubridor de sí mismo y también un so’to. De un artículo firmado por Edgar Cherubini extraigo que el significado de so’to se encuentra en el libro Introducción a la cosmovisión de los indios ye’kuana-makiritare, del antropólogo Daniel de Barandarián, estudio fundamental para entender dicha cultura. Allí, el autor afirma: «El más importante concepto psicológico de un ye’kuana es ver en la persona so’to la energía vital humana que le permite estar en sintonía con el mundo existente y en especial con las otras personas de su grupo. Los niños aún no son so’to porque dependen de otros para sobrevivir. Los nabë, los forasteros que no viven en la selva, no son so’to porque para subsistir tienen que comprar lo que necesitan. Un so’to se vale de sí mismo para vivir y recrearse en el mundo. El so’to decide por sí mismo entre el bien y el mal”. Pero lo más significativo es que un so’to conoce la prerrogativa fundamental del espíritu humano: la libertad o yaamadi.

El encuentro con Brewer-Carías me recordó la entrevista que se dice tuvo lugar hace más de 2.500 años entre Lao Tse y Confucio. Al concluir el encuentro, Confucio le comentó a sus discípulos: «Sé cómo vuelan los pájaros, nadan los peces y corren los animales. Pero el que corre puede ser cazado, el que nada ser pescado y el que vuela asaetado. También existe el Dragón. No sé explicar cómo cabalga en el viento, ni a través de las nubes, ni cómo se eleva en el cielo. Hoy conocí a Lao Tsé, Él se parece al Dragón».

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