Estamos todos de acuerdo, creo, en que la situación de España está lejos de resolverse. Puede que no baste con la aplicación de la Constitución y las normas legales; legítimas y democráticamente aprobadas, lo que, según parece, hay que recalcarlo. El resultado de las elecciones convocadas para el 21 de diciembre serán un dato importante sobre por dónde se encaminarán las cosas.

La formación de un estado federal sería la fórmula para salir del embrollo . Si no la única, sí la mejor para mantener la unidad.

La crisis de hoy, precipitada por los catalanes, comenzó a generarse desde ya hace mucho con decisiones muy emblemáticas, como suspender las corridas de toros, y algunas muy agresivas y discriminatorias contra el idioma español, por ejemplo.

La división está latente: hoy son los catalanes y ayer fueron los vascos con una organización como la ETA que optó, fracasando, por la vía directa y violenta.

Ello no implica, empero, que el camino tomado por el gobierno de la Generalitat con Carles Puigdemont al frente sea el legítimo, mucho menos legal y democrático. Y esto también hay que recalcarlo, porque la crisis catalana alienta una confusión que toma fuerza en el marco de un planteo maniqueísta –goebbeliano y mccarthista– que busca confundir a la opinión pública, con la contribución de alguna prensa y “organizaciones” civiles y sociales –porque están en el juego, por ignorancia, o por la comodidad de no salirse de lo políticamente correcto– y a la que apuntalan, por supuesto, los dirigentes políticos y sociales que sí están en ese juego y hacen de la falacia un eslogan.

Puigdemont fue electo democráticamente y es así. Pero fue electo en el marco de un orden constitucional bajo el cual también fueron electos, democrática y libremente, entre otros, Mariano Rajoy, presidente de España, y los miembros del Senado español con base en cuyas disposiciones fue designado el Tribunal Constitucional. 

Puigdemont y el gobierno de la Generalitat han violado la Constitución española y las leyes del reino y los dictámenes del Tribunal Constitucional, sin hablar de otras violaciones y discriminaciones y persecuciones contra aquellos que se han atrevido a sentirse y manifestarse como catalanes, pero a la vez españoles, y han querido seguir hablando el castellano; y esto sin tocar el tema de una supuesta malversación de fondos. Cometieron  varios delitos y si así queda probado tienen que recibir su castigo y eventualmente ir presos, sean políticos o no: se va preso por violar las normas, como pasa con cualquier ciudadano y no por ser un político.

Por su parte, el gobierno de Rajoy, el Tribunal Constitucional y el Senado aplicaron lo que dispone la Constitución.

¿Por qué entonces Puigdemont y su gente son los democráticos y los otros son los autoritarios?

Los gobernantes son electos por los ciudadanos dentro de un orden constitucional legal; si al asumir violan ese orden pierden toda la cuota de legitimidad que implica ser elegido bajo un sistema democrático. Esto es claro. No se les elige para hacer lo que quieran. No tienen una patente de corso que les permite burlar el Estado de Derecho vigente.

Ricardo Martinelli en su momento fue democráticamente electo presidente de Panamá. Hoy está preso en Miami y con la extradición en trámite. Si la justicia panameña dispone que vaya a la cárcel, no pasa a ser un “preso político”. Tampoco  lo son otros ex presidentes de países de esa región, ni lo es Julio de Vido en Argentina, pese a que fue ministro de los gobiernos “democráticamente electos” de Néstor y de Cristina Kirchner. Esta misma si llega a ir presa por uno o más de los  cuatro juicios que se le siguen –por corrupción y por traición a la patria– no pasa a ser una presa política, ni aunque lo diga su amigo el papa Francisco.

Si van presos será porque violaron las leyes, abusaron del poder o por corruptos y por ladrones.

La mejor muestra de esta confusión inducida, o más precisamente “relajo inducido”, es la protesta de Maduro por los “presos políticos” en España. ¡Nicolás Maduro protestando por los “presos políticos”!; y, en el caso, además, coincidente con el partido español Podemos de Pablo Iglesias, quien junto con otros de sus «compañeros» fueron “asesores” de Hugo Chávez y a quienes se les señala, en su momento, de haber sido financiados por el chavismo.

Así son los hechos y la gente no es estúpida. Es en lo que hay que confiar.


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