El régimen socialista, marxista y mal llamado bolivariano, instaurado desde hace 20 años tras el abortado golpe de Estado del 4 de febrero, y a mala hora en libérrimas elecciones democráticas, en las que se impuso Hugo Chávez, padre de la desgracia que vive el país, quien consiguió diseñar una trama delincuencial estatal organizada, en la que la corrupción campea descaradamente, violando la ley que benefició a unos cuantos individuos dentro y fuera del aparato gubernamental, y que a lo largo del tiempo condujo al país, a un estado total de caos y descontrol de la economía, cuyas consecuencias nefastas por lo demás, están generando una de las crisis humanitarias jamás vistas en América Latina, la cual mantiene en vilo a millones de venezolanos víctimas del desafuero, improvisación, incapacidad, negligencia y torpeza de Nicolás Maduro, sucesor del hijo de… Sabaneta.

Las formas en extremo autoritarias que por trece años impuso Hugo Chávez fueron parte de ese sistema que necesitó, en primer lugar, para dar inicio a un proceso de concentración del poder el cual propició y acabó con el pluralismo político, al erigir un partido hegemónico como el PSUV, el cual jugó, y lo sigue haciendo, el rol de la estructura institucional de la impunidad, con el perverso propósito de asegurarse, en todos los niveles el control del aparato del Estado, para cuyo fin dio paso a la formación de una red, que supuso contar con fuentes de financiamiento provenientes de la empresa estatal Petróleos de Venezuela y el Banco Central de Venezuela. La primera de ellas improductiva en los actuales momentos, luego de haber sido la cuarta empresa petrolera más grande del mundo, cuyo nivel de producción descendió de 3.500.000 barriles diarios hasta hace 5 años, a apenas 1.500.000 barriles diarios hoy en día.

Para alcanzar el propósito que perseguía, Chávez dispuso de los recursos del tesoro nacional que a título de fuentes de financiamiento le permitió conformar un poder inusitado, que no solo le permitió obsequiar (¿?) recursos económicos a países con los cuales conformó una de las tantas entelequias socialistas como Petrocaribe, Alba, Caricom, etc., sino también le permitió crear espacios que se instrumentaron para consolidar el sistema delincuencial, que su sucesor e hijo putativo Nicolás Maduro acrecentó a desmedidos niveles jamás pensados, dejando a la nación en un estado totalmente de indefensión económica, que lo condujo a un deplorable estado de miseria y hambruna, además de la escasez de medicina e insumos, a lo cual se suma la pésima calidad de los servicios públicos, hoy día deteriorados en extremo, ineficiencia del transporte público, inseguridad, desbordamiento de la delincuencia y la impunidad para con quienes esquilmaron las arcas del tesoro nacional, y hoy viven placidamente en el exterior con abultadas cuentas bancarias, que los convirtió de pobres infelices en multimillonarios.

Otra herramienta o recurso, como se le quiera denominar, fue la consolidación de un aparataje publicitario, instaurado en Alemania por Joseph Goebbels, quien fuera ministro de Propaganda del dictador Adolfo Hitler, cuya máxima entre otras era la de “repetir tantas veces sea necesaria una mentira, porque ella termina convenciendo al pueblo de que es verdad”. Y no podía Chávez y ahora Maduro, dejar pasar por alto este recurso, propio de su estilo populista y demagógico para mantenerse en el poder, alienando psíquicamente a quienes sin desparpajo alguno denominaba los “pata en el suelo”. Al extremo que su sucesor cuatro años después de haber desaparecido físicamente su mentor político y padre putativo, sigue utilizando su figura y mensajes todos los días en la televisión y radio, a través de una poderosa red mediática en todo el territorio nacional, con la cual abusan a diestra y siniestra, con mensajes que incitan al odio, desprecio y discriminación para quienes no comulgan con el socialismo, que el propio y extinto Fidel Castro denominó comunismo.

La gravísima situación económica que vive el país, y que el régimen niega rotundamente, ha generado en muchos países del mundo una natural reacción ante la diáspora de casi 4 millones de venezolanos que han abandonado la patria, en busca de un futuro y mejor calidad de vida, por falta de alimentos, desempleo, inseguridad y muchos otros problemas de carácter social, que nos agobian día a día. De nada han valido las medidas económicas aprobadas por el régimen, ante esta catástrofe que, según organismos internacionales, constituye un desastre de incalculables proporciones jamás visto en el continente latinoamericano.

Retrocediendo en el tiempo, acude a nuestra memoria el “Caracazo o sacudón” que originó una serie de protestas y disturbios durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que comenzó el 27 de febrero y terminó el 8 de marzo de 1989, en Caracas, y que se inició en Guarenas. Suceso que ocurrió al poco tiempo de inciar CAP su segundo período presidencial, cuya magnitud estremeció a la sociedad venezolana, e impactó a la opinión pública internacional, debido al alto grado de popularidad que tenía la figura de Pérez, que se vio expresado en la gran cantidad de votos con los cuales resultó elegido, y que le daban un supuesto amplio margen de acción para su gestión gubernamental. Recién posicionado en la primera magistratura, Pérez presentó ante el país un programa de ajustes macroeconómicos llamado popularmente “paquete económico” o “el paquetazo”, concebido para generar cambios sustanciales en la economía nacional, el mismo que comprendía decisiones sobre política cambiaria, deuda externa, comercio exterior, sistema financiero, política fiscal, servicios públicos y política social. Para alcanzar este propósito CAP anunció la decisión de acudir al Fondo Monetario Internacional y someterse a un programa bajo supervisión de dicho organismo, con el fin de obtener aproximadamente 4.500.000.000.000 de dólares en los 3 años siguientes, el cual sería de inmediata aplicación.

Luego del culminar el Caracazo quedaron secuelas en la población, ya había una desaprobación mayoritaria de la gestión de CAP, y una falta de liderazgo, que hizo que el paquete de medidas fracasara y fuera rechazado. Comparada esta situación con la actual, estamos en presencia de un hecho que sobrepasa en todos los aspectos, pues el régimen de Maduro, sin duda alguna, constituye la peor gestión política de todos los tiempos, desde el nacimiento de la república, y quienes se encuentran enquistados en el poder mantienen una férrea dictadura, solo con el perverso propósito de mantenerse en el poder a como de lugar.

Pero el tiempo y los caminos de Dios son perfectos. (Sagradas Escrituras).

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