“Somos un diálogo desde que el tiempo es. Desde que el tiempo surgió y se hizo estable, desde entonces somos históricos. ‘Ser-en diálogo’ y ‘ser-histórico’ son igualmente antiguos, se pertenecen mutuamente y son los mismos”. Martin Heidegger.

Tal vez sea la ausencia de conciencia temporal el rasgo más nocivo de esta experiencia gravosa del llamado socialismo del siglo XXI. Prescindir de la consideración del entorno, en materia económica, tecnológica, geopolítica y refugiarse en el fracasado presente, defendido por pretorianos mutantes casi ya mercenarios y obviando el evidente fracaso del modelo es un gesto de cinismo inescrupuloso y de insomne estulticia. Diálogo monológico no es diálogo y eso es lo que intentan los que hoy gobiernan. Informarnos de sus decisiones sin deliberación o audiencia ajena. Chávez gobernó siempre, “in audita altera parte”.

Lo cierto es que el chavismo no solo pretende anclarse en el poder, sino que se mira cultivándolo sine die. La objetividad de la afirmación democrática falseada por consultas manipuladas y la artera maniobra de un CNE que como marioneta funciona, les hace creer que todos los demás elementos ínsitos a la gestión del Estado y de la sociedad son subordinados al hecho cierto del dominio formal de la violencia que, a través de instituciones corrompidas y de los enajenados de uniforme, ejercen. Apuestan incluso por que los millones de pobres que administran como zombies cedieron ya su alma ciudadana, y que por la bolsa CLAP y unos cuantos miles los acompañarán disciplinadamente. Quiero creer que el cálculo fallará y la inteligencia del colectivo nacional les cerrará el paso. Ya pasó en diciembre 2015 y podría volver a pasar si hacemos lo necesario en 2018.

Para eso hay que hacer política, y dialogar es hacer política y, como nos enseña Heidegger, también historia. No me refiero a ir a Santo Domingo a conversar con los hermanos Rodríguez, estoy pensando en tocar, mirar al fondo de los ojos, hablarle al país nacional que anda extraviado, taciturno, rencoroso, desesperanzado. Llenar los barrios de nuestra presencia y de nuestra palabra. Compartir una propuesta distinta que sencillamente es un futuro que ahora no tienen ni pueden vislumbrar si todo continúa como va.

Esto no es ya un asunto de partidos ni de la maltrecha MUD. Ni de una sociedad civil acomplejada e incrédula, ni de estructuras debilitadas de representación, ni de algunos intelectuales angustiados, ni de redes sociales en guerra de dardos venenosos que apuntan por igual al oficialismo y a la oposición. Es un asunto de la nación y la nación somos todos. No hay trascendencia, no hay historia, no existiremos si no somos capaces de cambiar, mover, romper los rieles de este presente deletéreo.

Suelo recordar al historiador y economista Asdrúbal Baptista y un trabajo que editó Polar, por cierto, intitulado, recuerdo, El futuro como origen de la historia. Me acompañan en mis reflexiones las lecturas hechas a esa edición hace tres lustros al menos, así como, unos años antes, un viaje con los compañeros del PAG IESA a Taiwán, que nos enseñó el valor estratégico de pensar por anticipado y actuar en consecuencia. Sino concebimos, programamos, construimos el futuro, no tendremos ni haremos historia.

El futuro de que hablo no es esto que tenemos. Al más pobre, modesto y aun analfabeta no le inspira el presente otra cosa que el ademán comprensible en el primer análisis de la supervivencia, pero tiene la inteligencia si lo piensa, para percatarse de la sola inmediatez de su instinto, pero de la corta proyección de su accionar. La masa de compatriotas humildes que acompañan al chavismo embarcados en la demagogia de su propuesta populista, cuidando ese nada que tienen en ese presente escaso e inhumano, indignante, puede moverse de esa estación existencial si dialogamos con ellos, porque la nación somos todos y ellos también.

Confieso haberles reclamado a esos pobres salir a protestar por el pernil que no llegó habiendo innumerables carencias más apremiantes incluso; reconozco haberme sentido distante y herido por el respaldo que muchos ofrecieron al mameluco de Maduro; pero no puedo ni quiero dejar de pensar y asumir que más es lo que me une a ellos que lo que las circunstancias y la coyuntura puedan separarme. La nación somos todos y ellos conmigo y los demás la conformamos.

Los periodistas y comunicadores de radio y prensa escrita han sido perseguidos y la libertad de expresión vilmente recortada. Algunos debieron irse al extranjero para preservarse, pero mantienen su lanza en ristre y dispuestos a hacerse notar. Debemos, y los incluyo como ciudadanos, mostrar que con la verdad tenemos mucho para penetrar y convencer. A veces nos recreamos en la diatriba que tienta tanto cuando son los adversarios quienes nos soliviantan, pero uniformemos la relación de los hechos con la verdad y démosle credibilidad a nuestro esfuerzo societario y nacional.

Futuro no es fantasía, pero invita a un sueño que fragua en el desarrollo humano para todos, con educación de primer orden y audacia en el replanteo de los módulos a perseguir en un mundo que cambia aceleradamente. Es salud del cuerpo y del espíritu, con un modelado societario en el que el trabajo y el mejoramiento de cada ser humano lo califique y distinga para aspirar cosas mejores para sí y su familia. El éxito no es un delito si se soporta en la calidad personal y en el sostén ético de la responsabilidad. El futuro es pacífico porque se asume equilibrado y equitativo, pero lejos del decurso que deriva en oclocracia. Es exigente porque hemos quedado atrás y debemos no correr sino saltar sobre nuestras falencias y estereotipos frívolos y superados. No es de riquezas naturales su base sino de saber hacer, agregar utilidad y competir con un mundo que se llena de protagonistas otrora atrasados o subdesarrollados como nosotros. El futuro se hace de todos y para todos con un mercado saludable y con el estímulo a la inversión y a la iniciativa privada. El Estado debe retornar a la gerencia de aquellos asuntos que puede y debe atender eficientemente, y no pretender ocupar más espacio del que puede y sabe atender. Desregular será un trazo de ese futuro que hará de la potencia pública un aliado y no un penoso e inútil lastre. Premiará el futuro la invención, la ciencia y la tecnología. Empresarios grandes y pequeños configurarán un futuro productivo y pleno de oportunidades, con hoteles cinco estrellas en la costa oriental de Falcón, en playa Colorada, playa Medina, Mochima y en Margarita y no pare usted de contar, sino que agréguele. La subsidiariedad es de ese futuro, porque quiere ser justo y responsable entendiéndolo como un programa común de la nación que somos todos, personas naturales y jurídicas, públicas y privadas y corporaciones de variada naturaleza. El futuro se nutrirá de la capacidad que tengamos para dignificarnos.

Habrá futuro y haremos historia, si la nación se manifiesta en toda su honda dimensión de valores, principios, creencias y esfuerzos. ¡Hagámoslo!

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