Respeto a cada cual en sus decisiones, y cumplo conmigo mismo, y el respeto que tengo por la libertad al alertar sobre los riesgos que se corren al tratar de establecer pactos con malandrines de quinto pelo. Las alarmas que se me disparan tienen que ver con el no corto recuento que se puede hacer de los incumplimientos de la fauna roja a todo cuanto han ofrecido o pactado en este tiempo que los hemos padecido.

El primer acuerdo que ofrecieron al país vino de boca del propio comandante intergaláctico, quien aseguró con gesto amable y sonrisa pródiga que su proyecto no tenía nada que ver con el socialismo o el comunismo, que su oferta era de amor y compromiso con el país y las libertades económicas, y bla de bla que bla.

La segunda gran oferta que me viene a la memoria es la tragedia de Vargas. De nuevo el personaje antes citado, junto con su corte de chulos y mantenidos, juró por las once mil vírgenes, y las trescientas madamas de los lenocinios que debió frecuentar en su época de cadete, que esa sería una versión tropical de la tierra prometida. Aclaro que no incluyo entre una y otra los miles de pactos hechos, jurados, firmados y sellados por todos ellos.

No puedo dejar de mencionar lo ofrecido luego de la bendita jornada del 11 de abril, su deposición y restitución a la silla presidencial. Nueva jornada de ofrecimientos, ¡cruz en mano y en cadena nacional!, de rectificaciones y de cuanta pejiguera pueda cualquiera imaginar. Manso cordero incapaz de siquiera pasarle la lengua a una mosca…

Las lecciones del difunto fueron aprendidas a cabalidad por el bigote bailarín, y por lo profusa que es la cantidad de ejemplos necesitaría muchísimo más espacio del habitual para citar los más representativos.

Todo ello es lo que me hace tan cuesta arriba pensar en que la jornada comicial, nuevamente sacada de las orejas por el combo rojo, será respetada a cabalidad. ¿Nadie recuerda acaso la victoria de Antonio Ledezma en Caracas? ¿En qué terminó la Alcaldía Mayor?  ¿Es necesario mencionar más ejemplos?

Por supuesto que corifeos, alcahuetas, plañideras y ciegos por elección saltarán a mostrar como gran trofeo las elecciones de 2007, o las de 2015. ¿Fueron respetados esos resultados? ¿Acaso no terminaron las huestes coloradas imponiendo por trochas y atajos lo que se consultó en las primeras? ¿No hicieron lo que les dio la gana con la flamante Asamblea Nacional? Seguramente lo ocurrido con Gilber Caro son elucubraciones mías y ello nunca ocurrió. Ni qué hablar de los alcaldes, concejales, y demás autoridades electas que han visto como la majestad de su cargo es mero papel sanitario.

Allá cada cual con sus actos. El mío es y será tratar de no perder de vista lo que tenemos y llamar la atención sobre los riesgos que se corren, sobre todo cuando se cree en culebreros de feria que ofrecen ungüentos que curan el mal de amores, o hacen recobrar las dotes de un sátiro a los abuelos nonagenarios, o regenerar el himen de doncellas que bien han disfrutado lo que natura les otorgó.

© Alfredo Cedeño

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