“Contra el miedo vota blanco” fue la consigna que utilizó Acción Democrática para enfrentar el abstencionismo militante que propiciaban los comunistas en la campaña electoral de 1963. La argumentación adeca era impecable: frente a la amenaza guerrillera, del Partido Comunista y el MIR, de sabotear con las armas ese proceso, se debía llamar al pueblo a votar sin el miedo de la amenaza de la violencia auspiciada, desde Cuba (una vez más), por Fidel Castro Ruz. La política correcta de AD y su justa consigna derrotaron la abstención que tan solo llegó a 7,79%.

El principio del fin de la política aislacionista de los comunistas fue esa campaña abstencionista derrotada, pues quedó demostrado que el pueblo venezolano siempre ha estado al lado de la paz, convencido de que la vía para decidir el destino del país es la electoral y que las consignas abstencionistas, ni siquiera con la amenaza saboteadora armada, pudo doblegar ese espíritu democrático del pueblo venezolano. El 15 de octubre no será la excepción.

Los abstencionistas de aquella época, sin embargo, eran más auténticos. Permítanme explicar aquella circunstancia: en el año 1963, tanto el Partido Comunista como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria habían cometido la torpeza (luego autocriticada y rectificada por la gran mayoría de sus auspiciadores) de decretar la lucha armada contra un gobierno legítimamente elegido por el pueblo, como fue el que surgió de las urnas en 1959, con Rómulo Betancourt al gobernalle de la nave del Estado venezolano. Betancourt había derrotado esa guerrilla al imponer una política de amplitud democrática, a través del Pacto de Puntofijo. Una política sin precedentes en el hemisferio, cuando convocó a las fuerzas políticas que habían sido derrotadas por él (Copei y URD) en aquellos comicios, a formar gobierno quedando el partido ganador (Acción Democrática) con el menor número de ministerios en la nueva coalición gobernante. Esta entente, abandonada al poco tiempo por URD, logró derrotar a los comunistas porque una política de educación masiva del pueblo, una reforma agraria en el campo y una inflación de tan solo 1% en todo el quinquenio iban a desarmar una guerra urbana y rural sin base popular.

Obviamente, los comunistas cometieron otros errores antes de las elecciones de ese año, uno de ellos, el más grueso, fue la barbaridad del asalto al tren de El Encanto, el 29 de septiembre de 1963 –este viernes se cumplen 54 años de aquella criminal estupidez, cuando unos guerrilleros urbanos acribillaron a cinco guardias nacionales y resultaron heridos dos niños y dos mujeres– pues en vez de abandonar la lucha armada, declaran la abstención militante y el comienzo de la lucha guerrillera en las zonas rurales.

Ahora bien, ¿por qué decimos que aquellos abstencionistas eran más auténticos que los actuales? Porque, a pesar de su política equivocada, no pedían ni daban cuartel. Asumieron su postura hasta el final y cuando fueron ominosamente derrotados, en esos comicios, comenzaron a plantearse el necesario repliegue y dio origen a la política de “paz democrática” esbozada en el VII Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Venezuela que contó con el respaldo de algunos sectores del MIR, encabezados por Domingo Alberto Rangel, que nunca se tragaron por completo la receta de la lucha armada.

En cambio, los que vemos ahora convocando a la abstención, a pesar de hacerlo virulentamente, llamando traidores a quienes invitamos a la participación electoral, se ofenden cuando se les devuelve el dardo con la mínima ponzoña de llamarlos “acomodaticios”, pues le hacen el juego al gobierno, pero piden el respeto que ellos no otorgan a nadie.

Afortunadamente, hemos visto en los últimos días un atisbo de rectificación que saludamos. Al menos, ya dicen que no llaman a la abstención, aunque aún no convoquen a participar. Ahora bien, todos los sondeos de opinión que hemos visto indican que la abstención va cuesta abajo en la rodada y la participación en un continuo crecimiento. A estas alturas, se señala que el porcentaje de participación ya pasa de 63% y si, en las próximas dos semanas de campaña, la llevamos a 70% no me cabe duda de que ganaremos todas las gobernaciones de Venezuela. Ese será el comienzo del fin de este régimen, que después se verá obligado a celebrar las municipales y, finalmente, las presidenciales. Es imposible imaginar siquiera que, en pleno siglo XXI, algún retrógrado piense que puede acabar con la alternabilidad democrática.

Contra el miedo y votando blanco derrotamos a los comunistas en el siglo XX, con más razón en este siglo XXI, contra aquel mismo miedo, contra la desesperanza, volveremos a votar por la  tarjeta blanca, aquella que trajo la democracia a Venezuela. Digan lo que digan: con AD se vive mejor.

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