En estas elecciones regionales, donde el oficialismo obtuvo un triunfo inesperado –para políticos y encuestadores– se ha desatado, fundamentalmente por las redes sociales, toda una campaña irracional contra el partido Acción Democrática: la organización política que obtuvo el triunfo en cuatro de las cinco gobernaciones ganadas por la oposición. Es políticamente explicable que lo haga el gobierno, pero lo increíble es que sea desde la oposición de donde se haya desatado la más feroz campaña contra el partido del pueblo venezolano.

No hay dudas de que el gobierno montó un fraude continuado, no como tradicionalmente se conocía, con una elemental suplantación de identidad, sino uno más sofisticado para desestimular el voto opositor: en primer lugar, pospusieron arbitrariamente la elección para cuando más les convenía; luego, no permitieron las sustituciones de candidatos perdedores para estimular el voto nulo; también hicieron groseras migraciones de centros electorales y miles de otras marrullerías.

Así mismo, tal como lo señala el investigador social Michael Penfold en artículo que tituló “El Leviatán de la oposición”, además de todos esos aspectos que ya mencioné, agrega el tema del vulgar chantaje con la comida, a una sociedad en la miseria, a través de los CLAP. Los cuales constituyeron la guinda de la torta del grosero e inescrupuloso triunfo del oficialismo.

Ante este cúmulo de tropelías y maniobras, para lograr el cometido de desestimular el voto de nuestra gente, ¿cuál fue la respuesta de un sector opositor?: hacer llamados a la abstención, rompiendo el monolítico frente que se había constituido para las elecciones parlamentarias de 2015 cuando obtuvimos aquel resonante triunfo con 7,5 millones de votos. Ahora perdimos, dolorosamente, más de 2.500.000 sufragios opositores, permitiendo que la minoritaria votación del gobierno, de 5,5 millones de votos, se alzara con el triunfo sorpresivamente.

Ese sector radical, que había sido derrotado por nuestra política en 2015, inopinadamente volvió por sus fueros y caímos en su chantaje, en un proceso de radicalización infecundo que prometía una engañosa e ingenua “hora cero” y luego, cambiando de caballo en el medio del río, pasamos de las consignas de calle, calle y más calle, a la del voto, voto y más voto. Se pasó, entonces, de la hora cero para la salida de Maduro, por la más reflexiva de ganar elecciones por etapas. Ese cambio de velocidad y rumbo lo entendieron pocos y fue un grueso error que estimuló la abstención, pregonada por un minúsculo sector que se atribuye una capacidad de convocatoria inexistente, pero conveniente para el gobierno.

En los estados que menos afectó esa prédica abstencionista obtuvimos cinco resonantes triunfos, a saber: Zulia, Táchira, Mérida, Anzoátegui y Nueva Esparta. Estoy convencido que la ventaja de AD, al ganar cuatro de las cinco gobernaciones, desató una epidemia de mezquindad de quienes les parecía increíble que un partido como Acción Democrática, imaginariamente desaparecido por nuestros adversarios históricos, se convirtiera, a pesar de esta derrota, en la primera organización de la alternativa democrática en Venezuela. Ahora bien, lo peor se está suscitando después de este resultado adverso para la oposición en su conjunto: al insistir algunos partidos de la alianza en el error abstencionista, lo que va a incidir en la desesperanza que ya cunde en nuestro sector.

¿Qué hacer? algo que parece difícil y lo es: sacudirnos el polvo de la derrota, empinarnos por encima de nuestras diferencias –eso sí, sin chantajes intolerables– llevar un mensaje de solidaridad social más allá del discurso político, ayudar a gobernar a nuestros cuatro gobernadores para reconstruir la alternativa de poder que puede ganar cualquier elección, porque la crisis va a seguir haciendo estragos y el gobierno seguirá cometiendo los mismos errores económicos y sociales.

Ah, y, finalmente, algunos han planteado un deslinde en la MUD: en AD aceptamos el reto, pues aunque somos unitarios tampoco estamos dispuestos a continuar permitiendo que prevalezca un radicalismo insulso y chantajista que cierre la vía electoral, pacífica y democrática. Esa insistencia abstencionista, muy probablemente será la excusa de algunos para irse a sus casas o a un exilio dorado, pues nunca les hemos observado vocación guerrillera a esos petimetres (Ramos dixit) que no aguantan ni el sonido, en sus pies, de un triki traki.

Conciudadanos: finalmente, frente a cobardes agravios lanzados por laboratorios de guerra sucia, sepamos que con otras siglas son los mismos personajillos de derecha e izquierda que Acción Democrática ha enfrentado y derrotado en estos 76 años de existencia, por eso nunca olvidamos la sabiduría política que entraña la famosa frase de nuestro compañero Carlos Andrés Pérez: ¡Llueve y escampa!

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