Una nueva gran ficción se está maquinando por los expertos de la política económica de la revolución bolivariana: dilapidar el arquetipo del supuesto oligopólico de poder representado por la moneda nacional, el bolívar, y sustituirla por la “criptomoneda”.

Ya para las finalidades de control de la sociedad, el social comunismo aplicado ha reducido la participación del empleo industrial en el empleo total de la nación, no como efecto de una disminución del valor agregado industrial en la producción, así como pregonaran Rowthon y Ramaswamy (1997) observando distintas crisis de las economías avanzadas, sino mediante la expropiación estatal acompañada por el desconocimiento y la corrupción. Se ha impedido y ulteriormente retrasado la transformación de la sociedad rentista venezolana en una sociedad productiva, determinando políticamente los efectos que en el análisis económico de Dani Rodrik (2017) se definiría como “desindustrialización prematura”.

Se han creado condiciones por las cuales se ha anulado el crecimiento de la productividad del sector industrial en contraste con el de servicios que, para el implemento relativo del empleo, plantea retos a las formas de organización de los trabajadores e importantes cambios en la concepción y calidad del trabajo. Por consiguiente se ha disminuido el costo del trabajo, la demanda de bienes, la disponibilidad de recursos, independientemente de la incidencia específica de la hiperinflación y de la depreciación diaria de la moneda nacional, que la casa de la moneda estampa al por mayor y sin respaldo ni de reservas ni de producción.

El Banco Central no tiene dólares para las importaciones de primera necesidad, situación causada entre otros aspectos por la reducción de los ingresos derivados por la disminuida producción de otros 350.000 barriles diarios de petróleo en los últimos 6 meses, y se organiza la sustitución del bolívar con el petro.

Esta sería una criptomoneda conceptualizada en la órbita del bitcoin, incurriendo en el “romanticismo” que más que definirla la describe, por lo que se propone de ser presuntamente un sistema de pago que está fuera del circuito de la cleptocracia de los Bancos Centrales, la banca corporativa, el Estado, la reserva fraccionada. Desde un punto de vista puramente teórico podría ser considerado como una referencia de conjunción entre la escuela económica marxista y la austriaca; se encuentra fuera del sistema bancario y su intermediación no genera deuda, sino determinaría una privacidad que la aleja del control a ultranza que el sistema  nación-Estado vigente ejercita sobre los ciudadanos.

En la realidad se trata del juguete financiero del momento, la “burbuja” por excelencia como lo ha sido el esquema Ponzi, a su tiempo mejor estructurado y que consiste en las operaciones fraudulentas de inversiones para las cuales el pago de interés o ganancias son generadas por el propio capital invertido o por el capital de nuevos inversionistas. El sistema funciona si crece el número de participantes y consiste solo en la redistribución del dinero de uno hacia otro. La pirámide así constituida se para en el momento en que no viene alimentada.

Para un concepto más técnico, con el petro se pretende crear un software que crea la conjunción de una moneda y un sistema de pago que no existe de forma física, sino como hipótesis de petróleo a futuro: se trata de una moneda digital, que solo existe en la cadena de bloques o blockchain que la soporta, de modo que su valor viene determinado solo por la confianza del mercado y el presunto respaldo criptográfico matemático. Según la experiencia que deriva del índice bursátil estadounidense de S&P 500 y del Dow Jones, los bitcoin presentes en el mercado han registrado en el breve y en el brevísimo período  una fluctuación entre 20% y 30%, que ha implicado la desaparición o afirmación de las empresas especulativas que los habían utilizado. ¿La República de Venezuela podría soportar una variable de valor de esta intensidad, o la realidad será ocultada con todas sus consecuencias?

Es evidente que es un sistema que permite salir del sistema bancario y que facilita el lavado de dinero, así como la compra de sus propias acciones a precio de 0 (cero) costo, determinando que fusiones y adquisiciones de empresas sean descontroladas, lo cual hace que el precio suba no por capitalización sino por la compra misma. Según los indicadores mencionados, 34 billones de dólares que no han circulado se han quedado en manos de personas que ni los pueden gastar, o que se quedan aplicados en los balances de los bancos y no son traspasados a la economía real.

En estas condiciones, para algunos las criptomonedas tienen más pasado que futuro debido al hecho de que no son dinero respaldado por una autoridad impositiva gubernamental y que de existir no aseguran su supervivencia, más aun en un mundo en el que el código matriz es un código abierto, en el que la capacidad de sostenimiento de la divisa de fungir como medio de pago o activo de reserva está dado por las peculiaridades mismas que las caracterizan. Pues, en largo plazo, podrán sobrevivir solo aquellas empresas por las cuales los usuarios estarán al corriente de las informaciones del mercado y de las ventajas diferenciales que se produzcan entre ellas.

Es verdad que la estructura informática del protocolo constitutivo es tan sólida que un país o grupo de países no podrían usurparlas, dado que la posibilidad de centralizarlas es nula, pero es decisión de los acreedores aceptarlas en sustitución de las tradicionales monedas convertibles. El riesgo país, la credibilidad política y operacional, las condiciones internas de la economía, la funcionalidad del sistema productivo se quedan como parámetros de evaluación del mercado. 

¿De verdad se piensa viable una proposición por la cual las importaciones y la reestructuración de la deuda externa se harían en forma digital, mientras las exportaciones se realizarían con pagos en las divisas tradicionales?

¿A nivel interno, puede ser que la ciudadanía se acostumbre a comprar y usar “moneda digital” y deje de usar dinero físico del todo? ¿Cómo y en qué forma se podría realizar el control del gasto público, o todo se dejaría en las manos de los políticos administradores, sin que el pueblo soberano tenga alguna posibilidad de auditoría y de conocer la dimensión de la deuda real de la nación que se produciría electrónicamente? ¿Alguien sabe que con la puesta en marcha del petro se va directo a un ulterior y más grave período de recesión de la economía del país?

La eventual recapitalización de las empresas del Estado realizada por inputs digitales se traduciría en otra ilusión, porque sin la recuperación real del aparato productivo y del facturado auditable, tanto lo realizado en el territorio nacional como en el exterior, la frustración del pueblo venezolano asumirá el nivel de irreversibilidad.


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