Entre mis 15 y 16 años empecé a llevar un modesto diario en una agenda. Recuerdo que el primer año fue solo describir algunas experiencias que me habían impactado en el mes. En el segundo año me propuse estar más atento día a día, y pasé de lo importante a hacer un resumen de lo que hacía y pensaba. Al cuarto año, ya tenía una rutina de escribir al final del día e incluso si me quedaba en casa redactaba algo al despertar y cada vez que me provocaba. De esa forma se fueron acumulando los cuadernos. A pesar de la pasión, todo diario pasa por etapas. Boté algunos, en realidad, fueron como 20 cuadernos escritos en 3 años, hecho por el cual me he arrepentido. Después bajé el ritmo a 2 o 3 libretas por año, hasta que en el 2011 –sin ninguna razón especial– hubo un renacer con gran intensidad. No quiero abandonarlo más nunca; pero el estrés que me genera el deterioro de las condiciones de vida en Venezuela por causa de la dictadura chavista-madurista me lo han puesto difícil. Son muchas las noches que lo único que quiero es dormir y el diario se queda esperando. Me he preguntado: ¿cómo hicieron los que escribieron los famosos diarios de la guerra y el Holocausto? ¿De dónde sacaron fuerzas cuando no tenían casi ni comida y mucho menos el material donde escribir? ¿Cómo cultivaron su voluntad para seguir escribiendo cuando incluso dudaban de seguir viviendo? Me he acercado a ellos intentando encontrar esa fuerza, consciente de que en Venezuela, gracias a Dios, todavía tenemos una gran distancia con la Shoá, y ahora les contaré lo que aprendí.

No es necesario leer ningún diario o memoria de una persona que haya vivido una guerra o crisis económica para conocer el principio universal de la voluntad. Si deseas escribir un diario, al igual que cuando te propones cualquier otra meta, debes tener la capacidad para luchar y lograrlo aunque se te presenten mil obstáculos (desde la procrastinación, pasando por la flojera y el desánimo hasta la pobreza). Pase lo que pase, siempre habrá una razón para abandonar la meta, y allí está nuestra voluntad para impedirlo. Es evidente que hay ambientes que facilitan las cosas y otros que las impiden, nadie lo niega; pero cuando tenemos un hábito y estamos convencidos del bien que significa escribir nuestro diario, seguro encontraremos los medios para hacerlo. De igual forma, los seres humanos necesitamos ejemplos para inspirarnos, y los mejores son los que se dan en las situaciones extremas. Sus protagonistas son nuestros héroes, como lo fue Mary Berg (Miriam Wattemberg, 1924-2013), 1945, El gueto de Varsovia. Diario 1940-1944, y Rywka Lypszick (1929-1945), 2014, El diario de Rywka (vivió en el gueto de Lodz, Polonia). Los leí de manera simultánea y me llené de admiración y también de horror. Ambas eran adolescentes y anhelaban que su sufrimiento tuviera un sentido y que fuera conocido por muchos, de modo que estimularan al mundo a apoyar a los judíos y así lograr su salvación. Mary Berg por su condición de ciudadana estadounidense por vía materna logró ser intercambiada como prisionera y llegó a Nueva York en 1944. Sus diarios fueron los primeros en darse a conocer en plena guerra, y como sigue pasando: hubo cierta desconfianza: parecía demasiado horrible para ser cierto.

La realidad que vivieron es descrita en esa magnífica película (nominada al Oscar y ganadora de tres incluyendo mejor director: Roman Polanski y mejor actor: Adrien Brodie) que es El pianista (2002), en especial lo vivido por Mary Berg. La película es cruda, la realidad lo fue más seguramente. Y los diarios nos describen la constante lucha de todos los habitantes del gueto por sobrevivir. Se trabajaba (como esclavos para la Wehrmacht), se estudiaba, se hacía teatro, la gente se casaba, rezaba (todo prohibido), se leía y escribía; en medio de las peores condiciones que se hacían cada vez más terribles. Mary y Rywka relatan lo que llaman “la caza del hombre”, de cómo muchos soldados alemanes disparaban, torturaban y robaban a los judíos que solamente caminaban frente a ellos. Por no hablar de las constantes deportaciones que junto a la muerte por hambre (en 1940 solo recibían un huevo, 125 gramos de pan y poco más de medio kilo de mermelada) y enfermedad redujeron el gueto de Varsovia de 400.000 habitantes a 60.000, hasta que este se levantó en armas entre abril y mayo de 1943. Mary Berg dice el 12 de julio de 1940 sobre las escuelas clandestinas: “Los maestros ponen todo su corazón e inteligencia en la enseñanza y todos los alumnos estudian con ejemplar diligencia (…). El carácter ilegal de la enseñanza y el peligro que nos amenaza a cada minuto nos reviste de una rara seriedad. La antigua distancia entre maestros y alumnos ha desaparecido: somos como camaradas de armas mutuamente responsables”.

Las noches son el momento en que ambas pueden escribir su diario. A veces se retrasan en la tarea, pero no olvidan nada y proceden a saldar la deuda. La gente al conocer su pasión, les regalan “libretitas” para que lo sigan haciendo. El diario las ayuda a aguantar el dolor, les sirve de catarsis, tal como dice Rywka el 3 de noviembre de 1943: “¡Ojalá tuviera más tiempo para escribir lo que siento! Tengo un gran peso en el corazón”. También les da fuerzas al ordenar su mundo interior en el cual se construye un ideal donde nada de lo que padecen tendría sentido. Antes de que se diera el inicio de las grandes deportaciones entre julio y agosto de 1942 en el gueto de Varsovia, Mary Berg fue internada en una prisión que quedaba justo al lado del mismo en espera de su intercambio. Desde allí nos dejó un relato de lo que es llevar un diario en el infierno: “El ruido de los tiros y los gritos de desesperación nos enloquecen. Debo reunir todas mis fuerzas para escribir estas notas. (…) Todo el gueto sumergido en sangre. Vemos literalmente la sangre humana caliente, la olemos. ¿Sabe el mundo exterior lo que sucede? ¿Por qué no nos ayuda? No puedo seguir viviendo; mis fuerzas están agotadas”. Y siguió viviendo y llevando su diario consigo hasta ser editado, con mucha mayor suerte que Rywka la cual moriría pocas semanas después de su liberación, encontrándose su diario escondido en las ruinas del crematorio de Auschwitz y guardado por 70 años hasta que fue publicado recientemente.

Los venezolanos en su inmensa mayoría somos conscientes de que estamos viviendo nuestras horas más oscuras, como el nombre de otra excelente película nominada este año. Por ello deberíamos dar lo mejor de nosotros y eso incluye dejar testimonio escrito (también en audio y video). Para que nunca se olvide los que fueron torturados y asesinados por el mal, pero también para que el mundo despierte y nos ayude a superarlo. Y especialmente para que hagamos vida el ¡nunca jamás! ¡Nunca más votemos por un mesías de ideología totalitaria! Siempre valoremos la democracia y la libertad.


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