En el boxeo hay dos estrategias para ganar. La más directa y peligrosa consiste en arremeter con frenesí y de manera violenta contra el oponente, desde el mismo inicio del primer round, hasta tirarlo a la lona y sacarlo rápidamente de la contienda. Esa fue la que siguió Rocky Marciano durante su carrera profesional. La alternativa más cauta, inteligente y menos riesgosa se lleva a cabo combatiendo a distancia, buscando el momento oportuno para conectar el golpe preciso y contundente, minando a lo largo de varios rounds la fuerza y capacidad de movimiento del adversario, hasta que recibe los golpes certeros que lo transportan, por la vía del nocaut, al sueño amargo de la derrota. Mohamed Ali fue el gran artífice del segundo método.

Esta última táctica es, mutatis mutandis, la que ejecuta el sector democrático venezolano –representado en la MUD– en el combate que se lleva a cabo en contra de la dictadura que nos agobia. No se trata, entonces, porque no están dadas las condiciones, de arremeter y vencer de una sola vez a un contendor que siempre pelea sucio y además cuenta con la simpatía y afecto del réferi electoral y las fuerzas del orden (FAN).

A pesar de la pertinencia de la estrategia, un sector minoritario pero para nada despreciable de la oposición considera que la misma es errada. Este grupo es partidario de una lucha sin cuartel que, a su parecer, permitirá una salida inmediata del régimen. Para soportar su decisión no explicitan cuáles son los apoyos duros (gobiernos extranjeros, instituciones internacionales, respaldo militar, etcétera) con que cuentan para conseguir la victoria. Y, peor todavía, no se han arremangado la camisa ni se han montado en el ring para demostrarnos con hechos y no con altisonancias que sí están en condiciones para sacar por la vía rápida al dictador y los suyos.

Los que apoyan a la MUD, con todas las imperfecciones y carencias que ella tiene, quisieran ver acciones concretas del lado de sus críticos y no el simple “bla, bla, bla” y saboteo que llevan a cabo con su posición abstencionista. Fueron situaciones diferentes, pero de impacto similar, las que motivaron al gran poeta español Antonio Machado (1875-1939), quien por cierto fue defensor de la democracia republicana durante la Guerra Civil española, a dejar constancia de su descontento en su Autobiografía: “Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo”.

Lo cierto y verdadero es que la inmediatez, hija siempre de la desesperación y la escasa reflexión, nos lleva a improvisar. De nada nos sirve recordar una y otra vez a los ultras de hoy lo que derivó de la abstención impuesta por la calle en 2005. Se creyó que con esa decisión la comunidad internacional se volcaría a favor nuestro y desconocería al régimen autoritario de Hugo Chávez. Los deseos de la oposición no calaron en las democracias del mundo que miraron extrañadas la irracionalidad política de tal acción.

Hoy día la posición de la misma comunidad internacional ha sido asumida por el secretario general de la OEA, Luis Almagro, quien la expuso el pasado 9 de septiembre, ante el diario chileno El Mercurio:

“Almagro es partidario de continuar con los planes de sanciones a Venezuela que sean cada vez más duras y así lograr negociaciones que permitan a los diversos Estados ayudar en el proceso para que el país vuelva a tener un calendario electoral integral y un gobierno legítimo nuevamente. Detalló que estos son procesos extensos y que no existen fórmulas mágicas para solucionar situaciones de este tipo”.

Es cierto que con la elección de una mayoría de gobernadores opositores no vamos a salir del régimen. Pero también tenemos que reconocer que una victoria en ese terreno debilita más al gobierno y nos posiciona con más fuerza ante las democracias del mundo, colocándonos más cerca de la deseada victoria final: la salida del gobierno.

El desaliento en estos momentos tan cruciales solo beneficia a la revolución. No permitamos, entonces, que el desánimo se convierta en un obstáculo para la deseada libertad que todos los demócratas queremos. En momentos tan trascendentales como estos, el cantar de Machado nos puede también acompañar: Caminante, son tus huellasel camino y nada más;caminante, no hay camino,/ se hace camino al andar.


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