“Tú, Juan, los innumerables presos políticos del régimen, los defensores de derechos humanos y civiles que sería largo enumerar, el sufrido pueblo que lucha decorosamente por su sobrevivencia, representan la decencia que se perfila en esa Venezuela mejor que nos está esperando. Estamos llamados a no desfallecer”. Gioconda Cunto de San Blas. La náusea, de nuevo.

En estos días de tanta oscuridad que vivimos en Venezuela, hay imágenes de Juan Requesens que quiero conservar y reivindicar. Es la del líder estudiantil que con coraje y gallardía estuvo al frente de la Federación de Centros Universitarios de nuestra UCV. La del joven estudiante con el cual nos reunimos en diversas ocasiones para intercambiar inquietudes sobre el presente y el futuro de nuestras universidades y del país. Es también la imagen del valiente y aguerrido diputado de nuestra legítima Asamblea Nacional. Es la imagen de un consecuente y enérgico luchador por la libertad, la justicia y la democracia. Es la imagen del líder político que nos acompañó, con muchos otros ciudadanos y dirigentes, en múltiples marchas y protestas contra un régimen que ha sumido la vida de los venezolanos en el caos, la miseria y la destrucción. El mismo régimen que ahora, pisoteando descaradamente la Constitución y violando las leyes, lo encarcela y somete a horrendos y crueles vejámenes como parte de una asquerosa maniobra política.

Después de su detención arbitraria e ilegal el pasado 7 de agosto por su presunta participación en el sospechoso atentado contra Maduro –vale decir, a partir de su secuestro por los esbirros del régimen–, varias imágenes ominosas de Juan se hicieron del dominio público mediante dos videos. Unas que revelan los tratos humillantes y degradantes que ha recibido por parte de funcionarios del Sebin en las instalaciones del recinto carcelario de El Helicoide, con los cuales se ofende su dignidad como ser humano. Otras que cabe imaginar solo en quien ha sido torturado de manera cruel para doblegarlo y poner en su boca, mediante prácticas propias del estalinismo, aquello que precisamente la policía política y la tiranía querían escuchar para justificar sus fechorías, para fabricar mentiras y culpables, para sembrar más terror y acallar la disidencia.

Son hechos e imágenes que muestran formas distintas de atentados contra Juan Requesens. Indican agresión contra su integridad física y moral. Expresan procedimientos abusivos de la autoridad contra su persona.Se atenta contra los derechos que le asisten en su condición de ciudadano venezolano, cuando se le priva de libertad y se viola de manera flagrante el artículo 49 de la Constitución, es decir, al desconocerse el debido proceso en su caso. Se atenta contra sus derechos en su condición de diputado a la Asamblea Nacional, al ser violada la inmunidad parlamentaria establecida en el artículo 200 del texto constitucional para salvaguardar la representación popular.

Gustavo Tarre Briceño, al hablar de los videos difundidos por el régimen, afirma – en un artículo publicado en este periódico– que “…el rostro de Juan Requesens es el rostro torturado y humillado de muchísimos jóvenes venezolanos y, simbólicamente, esa imagen del joven diputado es el rostro de toda la juventud venezolana. En su mirada perdida vemos la profundidad del sufrimiento, pero también vislumbramos la fe en el porvenir”. Es también el rostro de todos esos venezolanos que aún hoy permanecen en las cárceles solo por haber luchado por la libertad, la justicia y la democracia en nuestro país.

Esos atentados contra Juan y los demás presos políticos son reales. No son ficciones. No son fabricados o inventados como los otros tantos que el régimen ha calificado como intentos de magnicidio para victimizarse y aferrarse al poder.

@eleazarnarvaez                                

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