“No hay otra alternativa grande y digna que el boicot electoral, la paralización del país en protesta pública y universal al burdel electorero, la recuperación de la dignidad del pueblo venezolano y el castigo a impostores, traidores y culpables. Lo que sea parido de esta violación innombrable no será un país, ni siquiera un pueblo o una sociedad. Será el amancebamiento de pandillas desbordadas de atracadores y maleantes, narcotraficantes y seres de ruin calaña. Que Dios proteja a Venezuela.

A Robert Gilles Redondo

Que el principal responsable de la catástrofe anunciada del 15 de octubre, Henry Ramos Allup, haya decidido abstenerse de participar en el proceso electoral de las municipales da cuenta del inmenso costo político que le habrá significado en su partido, en el seno de la politizada sociedad civil venezolana e incluso a escala internacional el haberse jugado por respaldar a Nicolás Maduro a cambio de cuatro gobernaciones y la estabilización y permanencia del régimen para poder seguir aspirando a la candidatura presidencial de diciembre de 2018. Fue tan grave su colaboración y tan evidente la monumentalidad del fraude cometido con absoluta impudicia, en despoblado y con alevosía por la satrapía venezolana, que además del rechazo de todos los ex presidentes, cancillerías, gobiernos y partidos de la región, uno de los más populares y prestigiados columnistas de CNN, el argentino Andrés Oppenheimer, llegó al extremo –jamás sabremos si solo fue un sarcasmo o una propuesta seriamente calculada– de solicitarle a la Casa Blanca incluir el nombre de Henry Ramos Allup en la próxima lista de funcionarios venezolanos sancionados. Una condena implacable, que no tendría el peso que alcanza si no fuera compartida por todos los ex presidentes del grupo IDEA, que coordina Asdrúbal Aguiar. Un golpe que le resta al vicepresidente de la Internacional Socialista el poco de credibilidad si algún día tuvo, pero que arrastra consigo el desprestigio y el descrédito de la MUD, ya afectada por el incomprensible arreglo entre Maduro, Zapatero y Leopoldo López para conmutarle casa por cárcel. Lo que, en el colmo de la catástrofe, le significara a su exitoso partido la primera gran derrota de su breve historia. Nadie puede asegurar, hoy por hoy, que Voluntad Popular pueda recuperar su prestigio y credibilidad seriamente dañados y que López vuelva a conquistar el puesto de honor que ha venido ocupando en las encuestas como el líder indiscutible de la oposición democrática venezolana. Los patéticos esfuerzos autoinculpatorios de Freddy Guevara no alcanzan la seriedad de una debida autocrítica. La oposición culta, seria y responsable, ajena a las marramucias, corruptelas y trácalas de los buhoneros políticos de la MUD no esperan ni se satisfacen con golpes de pecho de la dirigencia de Voluntad Popular o Primero Justicia: esperan claridad táctica y estratégica, definición de las líneas de acción futura, asomos de una nueva política de alianzas y una conducta cónsona con los que llegaran a ser los primeros partidos de la oposición venezolana. Que de Rosales, Henri Falcón y sendos seguidores –Timoteo Zambrano es el desiderátum– no queda esperar más que sus lamentables inclinaciones de cintura ante la satrapía.

¿Cómo y por qué una ofensiva tan exitosa como la librada durante los 100 días que conmovieran al mundo y pusieran al régimen entre la espada y la pared pudo ser despreciada y echada por la borda sin ninguna causa suficiente y con tanta liviandad, por cierto: jamás explicada? ¿Por qué Ramos Allup y Julio Borges, secundados esta vez por Leopoldo López, decidieron asestarle esa verdadera puñalada por la espalda a una ofensiva bélica de primera magnitud, coronada con un plebiscito aún más exitoso, que creaba las condiciones perfectas como para seguir acorralando al régimen nacional e internacionalmente hasta imponerle las condiciones que la Asamblea Nacional fue incapaz de asumir y de imponer, a pesar de contar con todo el respaldo constitucional y las simpatía de un pueblo orgulloso de sus logros? ¿Qué esperaron Ramos Allup, Borges y Leopoldo López de este dudoso acuerdo tras bambalinas, que derivara en la peor catástrofe de estos dieciocho años de historia venezolana?

Por ahora lo esencial es enfrentar la difícil y compleja coyuntura, que le regaló a la dictadura la escenografía perfecta para recuperarse de la agonía y retomar su contraofensiva, por la que nadie en el mundo apostaba un centavo. En absoluto lograda por la genialidad política de Maduro o sus mandantes. Sino exclusivamente por el rastacuerismo, la inaudita mediocridad y la insólita falta de grandeza y visión de charlatanes políticos de viejo y nuevo cuño. Cito una vez más al historiador británico Max Hasting y traigo a colación las grandes crisis de la historia contemporánea: “Profundas crisis orgánicas enfrentadas por liderazgos pigmeos”.

Más claro imposible: si los partidos de la MUD participan una vez más, como lo hicieran el 15-O, precipitan la hecatombe y terminan de sepultarse entre los cadáveres políticos de la cuarta y la quinta repúblicas. Llevándose ante la historia la república venezolana misma al infierno. Si se abstienen, le entregan el campo de batalla al enemigo, sin prestar combate. Derrota por forfait. Traición o cobardía. Pero se equivocan los listillos de la marginalidad política que ya improvisan sus tarantines políticos para pescar en río revuelto, como lo hace el valenciano Feo La Cruz y sus parapléjicos bucaneros. La gravedad del momento no es para aturdidos principiantes ni inescrupulosos o estúpidos asaltantes de camino.

La mejor defensa es el ataque, dijo Clausewitz, el genio prusiano de todas las guerras modernas. Y el único contraataque hoy posible es triturar las aspiraciones del fraudulento legalismo dictatorial, arruinándole el zarrapastroso banquete de sus cadáveres exquisitos y dejando esta farsa de muertos vivientes en la desnudez de todas sus imposturas. Eso comienza por rechazar la legitimidad de un fraude cantado, insistir en desconocer la írrita asamblea nacional constituyente, dividir aguas con los secuaces de Henry Ramos Allup, Ecarri Bolívar y Bernavé Gutiérrez, así como con quienes obedecieron sus ordenanzas de arrastrarse ante Delcy Rodríguez y Nicolás Maduro. La propuesta de Freddy Guevara de “elegir a la directiva de la MUD” demuestra la profundidad y alcance de sus pensamientos: da vergüenza. La MUD debe desaparecer del mapa o seguir su cortejo de intrigas, traiciones, contubernios y miserias. ¿Elegir a los miserables?

No hay otra alternativa que el boicot electoral, la paralización del país en protesta pública y universal al burdel electorero, la recuperación de la dignidad del pueblo venezolano y el castigo a impostores, traidores y culpables. Lo único cierto es que de no hacerlo y seguir en el carnaval de mediocridades e imposturas, mereceremos el desprecio universal. Lo que sea parido de esta violación innombrable no será un país, ni siquiera un pueblo o una sociedad. Será el amancebamiento de pandillas desbordadas de atracadores y maleantes, narcotraficantes y seres de ruin calaña. Que Dios proteja a Venezuela.


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