El año que comienza no se perfila halagador en principio. Basta reparar en la catástrofe que nos rodea desde todos sus ángulos. Hay un desconcierto para quien se haga preguntas sobre el futuro. ¿Existe algún futuro? “Creo en el porvenir pero de inmediato”, decía el poeta Vladimir Maïakovski, quien se despidió de este mundo disparándose al corazón, cercado por las miserias de un socialismo que había ayudado a promover. El monstruo devoró todo su optimismo. ¿Cómo, si ha quedado absolutamente probada la desgracia de la izquierda, hay quienes insisten en patrocinarla? Durante los tiempos de la cortina de hierro, la nomenklatura soviética era el grupo privilegiado de los apparatchiks de la burocracia estatal y quienes se enriquecían con sus negocios. Disfrutaban de apartamentos estelares en el Kremlin, dachas en el campo, caviar, vodka, vacaciones en el mar Negro, calefacción y unos automóviles horrorosos. Había miseria por doquier y los enchufados que no faltan.

Ese espantoso ensayo ha sido puesto en práctica en Venezuela después de haber quebrado al sector privado. Sin embargo, las simpatías políticas del pueblo están del lado de los demócratas. La pregunta continúa: ¿por qué seguimos gobernados por la minoría? Después del triunfo en las elecciones legislativas de 2015, ese resultado se malbarató. Los votantes perdieron la confianza en unos dirigentes que luego no tuvieron un criterio uniforme de si ir o no a elecciones. ¿Se entienden las protestas de calle de 2017 que reclamaban comicios en algún momento para luego descalificar esos mismos comicios? Independientemente de la valoración que se tenga del CNE, fue esa misma institución la que anunció los resultados de 2015. Ahora, los abstencionistas ponen en peligro la transformación de Venezuela. Como demócrata sostengo que siempre votaré ya que es el único instrumento con que cuento para el cambio. Si en 2015 nos impusimos de una forma rotunda, en las presidenciales de 2018 existe una posibilidad definitiva de elegir a un presidente desde las filas democráticas. Claro, si usted se queda en su casa tuiteando con reposeros y otros huelguistas electorales, tendremos PSUV por los próximos 500 años.

La unidad hay que reconstruirla con urgencia. La desconfianza en los partidos y en sus dirigentes es tal que se impone pensar en un candidato unitario extrapartido que induzca a la población a votar y que esté por encima de las trapisondas, zancadillas y arreglos de los políticos. Necesitamos a un líder exitoso que presida la reconstrucción del país. Hay que comenzar a buscarlo porque el tiempo apremia y la destrucción del socialismo arrecia. Votar siempre salva.


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