I

Cuando estaba en el colegio, sufría mucho con las matemáticas. La principal razón es que no les veía el sentido, eran demasiado abstractas para mí, no me movían la imaginación. Las notas que obtuve en materias como Física o Química eran diametralmente opuestas. Era fácil para mí imaginarme el tren que corría a tal velocidad para llegar a equis punto de distancia; o las moléculas que formaban el óxido de aluminio o la tabla periódica. Pero la simpleza del dos más dos entre nueve por cuarenta y dos era demasiado aburrida.

Aunque estudié una carrera de humanidades, soy bachiller en Ciencias, y no me avergüenza decir que mis eximidos en Química y Física me ayudaban a pasar Matemática, sencillamente porque el consejo de profesores no se explicaba por qué sacaba 9,5 mientras en las otras materias mis notas eran de 19 o 20.

A mi hija le pasaba lo mismo, e imagino que la aburría igual tener que pasarse toda la tarde llenando hojas de números sin el menor sentido. Era para mí un sufrimiento, por segunda vez. Y a su padre se le ocurrió la idea de que ese libro tan viejo y tan mentado, Álgebra de Baldor, la ayudaría. La verdad, no mucho, y para lo que se ve ahora, creo que la materia ha avanzado un mundo.

II

Lo que realmente me tiene sorprendida es la capacidad de las matemáticas para reinventarse. La verdad me da mucha lástima que todo esto haya ocurrido justo después de que se entregaron los premios Nobel, porque en realidad el que inventó estas sumas que me tienen tan maravillada merece ese galardón, ha hecho lo imposible: ha logrado que la suma de 1 más 1 no dé como resultado 2, sino 200; y que la suma de 200 más 200 no dé como resultado lo obvio, sino 2.

Pero también se trata de un avance en la manera como se cuentan las mayorías en un territorio determinado, por lo que creo que el descubrimiento también tiene que ver con las Ciencias Políticas (mi otro campo de estudio). Esta es la verdadera creación del chavismo.

Sí, hablo de política y de la manera como el régimen cuenta los sufragios, por si no se han dado cuenta. Esta es la verdadera revolución roja: apoderarse del organismo responsable de cualquier tipo de elecciones (desde las juntas parroquiales, pasando por las universidades hasta las presidenciales) y aplicar una manera novedosísima de contar lo que la gente vota. Ese es el meollo, esa es la enseñanza dejada por el comandante enterrado, ese es el comodín revolucionario.

Por eso es que ocurren casos como el de Amazonas; el CNE anunció que en ese estado el candidato del PSUV sacó 59,85% de los votos y el aspirante de la MUD 47,74% y el total es un grandioso 106,59%. ¿Ven lo que digo? O cuando la ilustre presidente del organismo comicial dice que la nueva flamante gobernadora de Lara ganó con 44.976 votos sobre los 315.907 que sacó el guabinoso gobernador en funciones.

Un día después de esa pantomima llamada elecciones regionales, el ex presidente de Colombia Andrés Pastrana dijo por Twitter que la única garantía que se tiene al ir a unas elecciones con un CNE secuestrado por el régimen es perder. Eso no puede ser más cierto, pero, además, muchas voces destacadas lo dijeron. ¿Por qué la sorpresa? ¿Por qué la inacción de la dirigencia opositora? ¿Ni un mea culpa?

III

Debo confesar algo. Me cansé de decir por mi cuenta de Twitter que estaba en desacuerdo con la decisión de la MUD de hacerle el juego al chavismo. Me cansé de decir que no tenía el más mínimo sentido porque el álgebra de Jorgito estaba afinada para voltear cualquier tortilla. Pero fui a votar. Y la mayor razón por la que lo hice fue por mi hija, porque ella está dispuesta a hacer lo que sea por salir de esta pesadilla.

Fuimos a votar conscientes de que todo era una trampa. Por eso, no esperamos los resultados y tampoco nos sorprendieron. Estaba cantado. Pero no por eso la desilusión es menor. Al contrario, es más grande.

En mi caso, sigo pensando en todos los muchachos que dejaron su vida en la calle, en sus madres que no dejarán de llorarlos. Sigo pensando en aquella mentira que se llamó plebiscito y al que fuimos a firmar convocados por una oposición en la que teníamos puestas las esperanzas. Sigo pensando en que cada día aumenta la desnutrición y mueren más niños.

Me siento apuñaleada por el régimen, pero ultrajada por la oposición. ¿Y ahora?


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