El ciclo se cumplió nuevamente. 2017 finalizó, año de complejidades extremas para Venezuela, en el que la danza escénica volvió a evidenciar la notoria pasividad que, en general, la ha caracterizado en los últimos tiempos, aunque algunos hechos le permitieron mantener cierta presencia proveniente, mayormente, de la iniciativa oficial, y en mucho menor medida, casi como una excepción, del ámbito privado de esta disciplina artística.

Un momento destacable fue la presentación de Missa Brevis de José Limón, resultado de una cooperación alcanzada entre Fundamusical, la Compañía Nacional de Danza y la agrupación Coreoarte, presentado en el Centro de Acción Social por la Música. La histórica obra de la danza moderna estadounidense fue interpretada por bailarines venezolanos poseedores de disimiles formaciones y desarrollos artísticos, pertenecientes a las dos últimas instituciones mencionadas, en un acto de acercamiento no siempre frecuente, más bien atípico, que de algún modo permitió apreciar de nuevo cierto espíritu sectorial dentro de la danza escénica nacional.

Otro evento significativo resultó el reencuentro de siete generaciones de bailarines de danza nacionalista formadas por Yolanda Moreno, espectáculo presentado en la Ópera de Maracay y la Sala Juana Sujo de la Casa del Artista. Reivindicación de un género poseedor de una historia cierta de alrededor de 70 años, surgido de las experiencias del Retablo de Maravillas y Danzas Venezuela.

La Compañía Nacional de Danza y sus elencos de danza tradicional popular y danza contemporánea mantuvieron una actividad sostenida de divulgación de sus respectivos repertorios, acrecentados con las creaciones de los coreógrafos Miguel Issa, Juan Carlos Linares, Carmen Ortiz y Claudia Capriles.

Por su parte, Teresa Danza Contemporánea, proyecto perteneciente a la Fundación Teresa Carreño, realizó temporadas y concretó el Festival Con Tumbao en la Sala José Félix Ribas, que incluyó el aporte internacional de la compañía española La Intrusa. A su vez, el Ballet Teresa Carreño estrenó Piano al tiempo de Claudia Capriles en el espacio llamado Talleres de Realización. Se trata de una obra de carácter experimental que buscó una valoración alternativa y vanguardista de la celebrada pianista y su música en el centenario de su fallecimiento. En la Sala Ríos Reyna, El cascanueces de Vicente Nebreda volvió a convocar a las más diversas audiencias y se reafirmó como una tradición ya firmemente arraigada, en manos ahora, casi exclusivamente, de jóvenes talentos.

Neodanza estrenó El exilio de la humedad de Inés Rojas, su directora artística, acertado discurso coreográfico centrado en los genuinos impulsos generadores del movimiento de la danza posmoderna mundial. También realizó el Festival de Improvisación, que llegó a su décimacuarta edición. Este evento, presentado en la Sala La Viga del Centro Cultural Chacao, reunió a un importante número de intérpretes de distintas generaciones inscritos dentro de la investigación de las nuevas tendencias del movimiento, al tiempo que propició el acercamiento de algunos de los bailarines de la diáspora venezolana, que se hicieron presentes en el festival a través de la tecnología audiovisual.

El año 2017 en la danza escénica, en medio de la conflictividad, fue de cierta permanencia e intentos de reencuentro y colaboración entre creadores. 


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