Filosofando en tiempos de crisis: Venezuela

En esta entrega vamos a acudir al antiguo ideal socrático: aplicar la filosofía a la vida, al margen de la autoerigida torre de marfil de ciertos circuitos académicos. Consideramos que el pensamiento crítico filosófico occidental de las academias se revitaliza gracias al contacto y servicio social que éste le presta a la sociedad  y, a su vez, dicha sociedad se nutre de la filosofía cuando ésta reflexiona sobre ella y sus males con la firme intención de generar aportes constructivos, más allá de las exégesis exhaustivas que se puedan realizar.

En nuestro caso acudir a la reflexión filosófica supone estar interesados en investigar las condiciones que permiten o no la construcción de nuestra humanidad en tiempos de crisis como la que atraviesa actualmente nuestra Venezuela herida de hoy porque, a fin de cuentas, nuestro filosofar es también el arte de reflexionar —a través del cultivo de la palabra hablada y escrita— para edificar en concreto relaciones más humanas y humanizantes, a pesar de las duras condiciones que estamos enfrentando los venezolanos.

Gracias a los testimonios de Platón llega a nosotros el legado socrático. La meta de su actividad fue reorientar la Atenas de Pericles. Por lo pronto, la herencia espiritual del maestro es inseparable de su personalidad: Sócrates (469-399 a. C) consideraba al diálogo como el único camino para entendernos con los otros y el examen de sí y la duda socrática estaban dirigidos a otorgarnos las certezas necesarias sobre nuestras ideas y acciones con el fin de alcanzar bienestar espiritual. Veamos, entonces, ¿en qué consisten?

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Como médico del alma, Sócrates nos propone el cuestionamiento de sí y la formulación de preguntas constantes en nuestra interioridad con la finalidad de que nos forjemos nuestras propias convicciones y sepamos enfrentar —desde una ganada fortaleza espiritual— las duras batallas de la vida. Es precisamente a través de esa crítica constante, de ese examen de sí, que ganamos libertad frente a aquello que se nos quiere imponer por encima de nosotros, sea esto social o natural.

El preguntar socrático descansa sobre la máxima sólo sé que no sé nada como un llamado a la educación de sí. La pregunta constante de la mayéutica socrática nos beneficia porque al haber alcanzado nuestras respuestas más propias podremos realizar elecciones de vida con mayor cuido de nuestra salud espiritual. Sócrates, entonces, nos hace un llamado a que nuestra acción sea siempre consecuencia de una larga reflexión y no porque así nos lo ha transmitido nuestra Tradición o porque así lo dicen los otros o porque nos hemos dejado llevar por nuestros “instintos”.  La salud espiritual socrática consiste en reflexionar siempre ponderadamente con el fin de construir y sanar, no para destruir y enfermar.

Con Sócrates estamos frente a una filosofía experiencial que invita a la transformación para bien del individuo mientras transcurren sus experiencias de vida. El individuo está dirigido en su caminar existencial por el conócete a ti mismo, razón por la cual, elegirá con mayor asertividad el bien para sí mismo, en su relación con los otros y contribuirá, de este modo, al bien de su comunidad. Nos quiere decir con esto Sócrates que siempre, gracias al uso de su reflexión, podremos construirnos una vida a la luz de nuestras propias convicciones porque tendremos el valor de perseguirlas ya que nuestra salud espiritual es nuestro bien más preciado.

Es mucho el dolor físico, moral y existencial que tenemos que enfrentar diariamente ante la crisis humanitaria que nos está fracturando como sociedad por las aberrantes situaciones límites que tenemos que protagonizar diariamente caminando por las calles de Caracas y de toda Venezuela atestadas de personas buscando qué comer con el hambre en el rostro y la desnutrición en sus cuerpos, trasladándonos en el Metro de Caracas en donde nuestros semejantes nos muestran la dura realidad de vivir en la calle sin recursos y sin oportunidades sociales reales de inclusión, visitando los Hospitales en donde nuestros enfermos mueren por falta de medicamentos en instalaciones deficientes o cuando angustiados de supermercado en supermercado buscamos comida para llevar a casa luego de haber trabajado dignamente largas jornadas y no encontrar nada o no poder pagar el bien necesario por la terrible hiperinflación que nos azota.

Son innumerables las situaciones que nos dejan el sabor amargo de la impotencia por la terrible injusticia que estamos sufriendo todos los venezolanos, gracias a un Régimen que ha secuestrado al Estado y que nos ha traído estas desgracias sociales, económicas, jurídicas y políticas que padecemos hoy en día y que, en grado superlativo, sufren los más vulnerables de nuestra sociedad, a saber, nuestros niños, enfermos y ancianos excluidos y discriminados socialmente. A su vez, están afectados todas las familias venezolanas y sus diferentes miembros que han tenido que emigrar de su tierra para poder hallar un sustento digno y, así, comenzar una nueva vida y, sobretodo, poder ayudar a los que se quedan en casa.

Si bien la historia de la filosofía nos puede otorgar herramientas de dudosa fortaleza como la ataraxia o la mala fe para evadir la situación descrita arriba brevemente, considero que es, más bien, en estas situaciones límites en donde la reflexión tiene que estar comprometida con lo Humano. En mi caso, la historia de la filosofía nos proporciona una caja de herramientas que utilizo para ganar en lucidez, pensar con prudencia y enfrentar con integridad la infamia de esta terrible situación que estamos sobrellevando. Es el riesgo de filosofar cara a cara con nuestra sociedad, con una mirada atenta, hermeneuta y solidaria con el dolor social que nos está carcomiendo. Si no, ¿para qué filósofos?

Sócrates nos invita a cuestionarnos las verdades que asumimos como ciertas sin su debida revisión crítica, a conocernos a nosotros mismos para así construir una relación armónica con el otro que nos permita erigir el diálogo social necesario para que una polis sea sana y, de este modo, garantice el desarrollo de todos sus ciudadanos. El concepto de libertad interior ganada con la reflexión socrática nos insta a no responder en las situaciones límites con nuestros impulsos sino que, gracias al dominio alcanzado sobre nosotros mismos, podamos siempre contestar apelando a la razón, superponiéndonos a nuestras reacciones más inmediatas.

Yo sé que es difícil pedirles una postura racional cuando nuestra realidad es terriblemente dolorosa, denigrante, humillante y asfixiante. Es difícil, además, instarlos a usar la razón sabiendo que hay muchas racionalidades en juego, sin embargo considero que, haciendo este llamado al cultivo de una racionalidad dialógica de inspiración socrática, hallaremos salidas conciliatorias entre nosotros mismos que aspiren a la reconstrucción de la Humanidad perdida en nuestra polisenferma de hambre, miseria, exclusión y discriminación social.

Se trata de no dejarnos habitar por la lógica de la venganza y del odio como respuestas inmediatas a los agravios recibidos, porque si así lo permitimos, habremos perdido —a la luz de Sócrates— nuestro bien más preciado, a saber, nuestra salud espiritual, gracias a la cual podríamos revertir la enfermedad social del resentimiento instalada en nuestra sociedad y tejer los lazos de solidaridad y esperanza social tan necesarios para nuestra reconstrucción como colectividad. Se trata de cuidar la palabra con la cual nos referimos al otro social porque si lo incorporamos como un enemigo a nuestro fuero interno, éste se habrá logrado instalar en nuestro ser como tal, pervirtiéndonos y enfermándonos. Hemos de luchar por alcanzar el diálogo social para sanar nuestra polis y, para ello, debemos gozar cada uno de nosotros de salud espiritual.

El recorrido que les he ofrecido hoy, inspirada en Sócrates, nos invita a que realicemos una revisión crítica de nosotros mismos cuidando siempre nuestro bienestar espiritual para que podamos vislumbrar un futuro dialógico y constructivo en donde antes no lo veíamos. La filosofía entendida así es filosofía abocada a lo social que permite el fortalecimiento de las personas en sociedad, el diálogo interdisciplinario y la interpelación democrática inspirada en los Derechos Humanos, destierra la desesperanza como realidad y desdibuja el triunfo de la lógica del resentimiento en nuestra sociedad porque eso, sin duda socrática alguna, no lo podemos permitir. Los invito a no desfallecer.

Artículo publicado originalmente en EsferaCultural

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