El ladrón de niños «frío como un robot» que nunca se arrepintió

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Un tribunal argentino decretó la salida de prisión y el paso a la situación de reclusión domiciliaria de Miguel Etchecolatz, de 88 años, antiguo responsable policial condenado a cadena a perpetua por crímenes contra la humanidad.

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Etchecolatz era el máximo responsable de las investigaciones de la policía en la provincia de Buenos Aires entre 1976 y 1977, época en que gobernaba en Argentina una junta militar.

Confesó haber matado opositores contrarios al gobierno militar, aunque nunca aclaró a cuántos.

Entre sus crímenes se incluye el robo del bebé de una pareja de activistas uruguayos.

En la resolución que le autoriza a pasar a cumplir su condena en su casa, el tribunal fundamenta su decisión en la «frágil salud» de Etchecolatz y establece que tendrá que llevar siempre consigo un dispositivo electrónico de localización.

Se permitirá a su esposa que cuide él durante su reclusión domiciliaria.


¿Quién es Miguel Etchecolatz?


La decisión judicial de permitir el traslado de Etchecolatz de la prisión a su casa ha causado indignación entre los activistas pro derechos humanos en Argentina, que han convocado manifestaciones de protesta.

En una entrevista concedida este año a la revista argentina Anfibia, la hija de Etchecolatz, Mariana, expresó su deseo de que su padre permaneciera en prisión durante el resto de su vida.

Lo describió como un »malvado narcisista sin escrúpulos».

Mariana, de 47 años, dijo que se había cambiado el apellido porque no quería tener nada que ver con su padre.

Él es «frío, como un robot».

En los 21 centros de detención clandestinos que Etchecolatz dirigió en los años de la junta militar, muchos internos fueron torturados o asesinados. Otros fueron desaparecidos sin que se sepa qué suerte corrieron.

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También era el mando al cargo de las fuerzas policiales durante el episodio que en Argentina conocen como «la Noche de los lápices», en la que diez estudiantes fueron secuestrados por fuerzas de seguridad en la ciudad de La Plata cerca de Buenos Aires en septiembre de 1976.

Seis de ellos desaparecieron. Los cuatro sobrevivientes del grupo contaron que sufrieron terribles torturas.

Por su papel en aquel episodio y otros crímenes, Etchecolatz fue condenado en 1986 a 23 años de cárcel, pero la aprobación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final le permitió beneficiarse de una amnistía.

En 1997 publicó un libro en el que no mostraba ningún arrepentimiento:

«Nunca tuve ni pensé, ni me acomplejó culpa alguna… ¿Por haber matado? Fui ejecutor de la ley hecha por hombres. Fui guardador de preceptos divinos. Por ambos fundamentos, volvería a hacerlo», escribió entonces.

En 2004, el policía Jorge Bergés y él se convirtieron en los primeros en ser condenados por el robo de bebés durante el gobierno militar.

Ambos fueron hallados culpables en el caso de Carmen Gallo Sanz, sustraída a sus padres, una pareja de opositores uruguayos recluidos en uno de los centros clandestinos de detención argentinos.

Sus progenitores nunca volvieron a verla. Figuran entre los alrededor de 30.000 personas muertas o desaparecidas en Argentina entre 1976 y 1983.

Gallo Sanz, a la que se expidió un falso certificado de nacimiento, no descubrió su verdadera identidad hasta 1999.

Nueva identificación

La noticia del cambio de la situación penitenciaria de Etchecolatz llega casi al mismo tiempo que el anuncio del grupo conocido como «Abuelas de la Plaza de Mayo», que asegura que ha identificado a otro de los bebés robados durante los regímenes militares.

Según afirmó la asociación en una rueda de prensa, las pruebas de ADN confirmaron la identidad de la hija de Carlos Poblete y María del Carmen Moyano, dos opositores desaparecidos en 1977.

La mujer cuyos verdaderos orígenes aseguran haber descubierto las abuelas no participó en la comparecencia ante los medios.

La asociación espera que acepte encontrarse con su tía biológica, que ha estado buscándola durante 40 años.