Muchas veces los artistas se nutren del entorno para crear y la juventud añade una carga de dinamismo a las obras. Un espíritu que se puede observar en el Salón Jóvenes con FIA que se inauguró el fin de semana pasado en la ciudad de Maracaibo y que se mantendrá abierto al público hasta diciembre.

En esta ocasión la muestra es el reflejo vivo de un país convulsionado cuyas circunstancias económicas y políticas permean en los trabajos. Solo 7 de los 20 participantes lograron viajar a la capital zuliana. Para varios fue un inconveniente el alto costo de los pasajes aéreos. Algunos de los que pudieron llegar, incluso, no sabían cómo regresarían; pero de la misma forma en que sortearon problemas a diario para crear, no dudaron en trasladarse hasta el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia para estar presentes en la inauguración y conocer también el trabajo de sus compañeros.

Raúl Herrera es licenciado en Artes Plásticas, egresado de la Armando Reverón. Nació, vive y trabaja en el estado Barinas, lo cual asegura que ha sido una barrera para dar a conocer sus obras. “Comercio mi trabajo en Caracas y a través de redes sociales, pero en Barinas no se mueve absolutamente nada. En el rincón donde estoy, si no es porque me aceptan en Jóvenes con FIA, nadie me ve”, asegura el artista de 36 años de edad que pagó 140.000 bolívares para enviar 3 piezas de gran formato a Maracaibo.

Ernesto Dávila viajó por carretera desde Caracas con varios metros de alambre de púas en un bolso. “Si lo hubiese agarrado la Guardia Nacional, hubiese sido bien complicado de explicar”, señala Yuri Liscano, curador de la vigésima edición del salón. El fin del artista no era otro que montar una instalación que consta de un mapamundi de casi tres metros hecho con el material que trasladó.

La pieza Hegemonías del poder de Dávila obtuvo una mención especial, así como Después de la palabra de Aureliano Parra, cuya obra versa sobre el vacío del discurso, y Re-configurados de Aymara Monsalve, quien trabajó una serigrafía con símbolos que incluye los ojos de Chávez.

El país que inspira. La política y la crisis económica no quedaron por fuera de la representación. La jurado Idelisa Rincón explica: “Es interesante que casi todas las piezas, por no decir que en su totalidad, versan sobre temas políticos. Pero todos los expositores se han alejado de lo panfletario y han marcado una línea muy interesante en sus propuestas estéticas. Están siendo muy contundentes, pero de forma inteligente”.

Monsalve utilizó el diseño de los ojos de Chávez, pero también el del paquete de Harina PAN. Jesús Briceño tomó la Gaceta Oficial con el decreto del cese de circulación del billete de 100 bolívares y lo expuso junto a un registro fotográfico de 33 tomas del papel moneda en varias etapas de combustión. La serie Sin efecto comienza con una de las piezas encendida y termina con un espacio en blanco.

Mario Goncalves armó un cubículo de votación con el logo del CNE y compuso su propuesta con sangre en vez de tinta indeleble.

Pero es tal vez la propuesta de Ricardo Arispe, ganador del tercer lugar del salón, la que encierra la mayor cantidad de símbolos de un país convulsionado. Un mantel rojo con siete estrellas adorna una mesa en la que se recrea la última cena. No hay comida sino papel tualé, una caja CLAP y un busto de Bolívar. Un violín, máscaras de gas, una granada, billetes de 100 bolívares y barricadas terminan de componer la intervención fotográfica titulada La última guarimba.

“Más allá de fijar posición, es mi interpretación del imaginario colectivo”, afirma Arispe. “Todos estamos buscando a un tipo que nos salve, lo mesiánico está presente en el día a día. Empecé a bocetear y tuve que cambiar al mesías como seis veces. Cada político que hablaba se convertía en ese referente y lo sustituía, tal como hace la gente. Llegué a un punto en el que me pregunté: ¿Quién es el peor de todos? Y ese quedó”.

Otras obras que versan sobre el contexto nacional son El narcolibro y el Libro blanco de Dianora Pérez, quien se llevó el primer lugar del Salón Jóvenes con FIA. Se trata de dos productos editoriales escritos en braille que dan cuenta de una investigación hemerográfica sobre casos de narcotráfico y muertes violentas ocurridas en el país en la última década. “Es un testimonio que facilita la comprensión del contexto. Hablo de la muerte, de la corrupción y de las dualidades del lenguaje”, señala la artista.

Yuri Liscano reflexiona sobre la importancia del salón: “Muchos de estos trabajos ya no se adscriben a las técnicas de las bellas artes, sino que son un reflejo del entorno. Si hacemos un recorrido por las obras que han ganado o que han participado, se puede ver una narración de lo que ha sucedido en el país. No solo a nivel de la plástica sino en lo político, social o económico. Si a alguien le corresponde interpretar el momento que estamos viviendo es a los artistas”, sostiene el curador.


20 años de innovación

El XX Salón Jóvenes con FIA reúne las propuestas de 20 creadores. A la par de esta muestra se realiza en el Maczul una exposición retrospectiva que cuenta con la curaduría de María Luz Cárdenas y Alberto Asprino. En ella se puede observar la evolución artística de los ganadores desde la primera edición, en 1998.

“Uno de los elementos más interesantes de estas muestras es que los jóvenes pueden retratar de manera fiel los cambios”, indica Asprino, quien realizó la curaduría del salón en 2008. “Aparte de decantar la realidad, una característica importante de todas las ediciones es que los participantes son consecuentes en la innovación. Por ejemplo, el trabajo de Raymond Romero tomaba a Cruz-Diez y lo reconstruía con una mirada particular, al igual que podemos encontrar referencias de Reverón en las piezas de Luis Mata. Sin embargo, los artistas siempre consiguen la manera de exponer piezas novedosas cargadas de conceptos y nociones que muchas veces están más adelantadas que quienes las observan”.


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